Entre el tiempo y el pan

AutorAndrés Henestrosa
Páginas120-122
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ANDRÉS HEN ESTROS A
cisco Manuel Sánchez de Tagle, Zorrilla nos lleva hasta los poetas de mayor
renombre de aquel año de 1857 en que trazó el panorama que nos ocupa.
Manuel Payno y Guillermo Prieto, entre otros. Es lástima que Zorrilla haya
cambiado más tarde su ánimo con respecto a México, por razones de índole
partidarista. Pero sus juicios y opiniones sobre el México que trató en su pri-
mera época, son de los más nobles, levantados y generosos que escritor alguno
nos haya prodigado. Puede que no haya otro pueblo sobre la tierra que tenga
más afición a los versos y en el cual se hagan más, dice. La riqueza y flexibili-
dad de nuestra lengua, el ingenio natural de los mexicanos, su talento especial
para el epigrama, su carácter un tanto burlón y decidor, hijo del de nuestros
andaluces, y su oído musical, mantienen en el pueblo, una decidida afición a la
poesía, concluye. La literatura mexicana, dice Zorrilla, fue sólo un reflejo de
la española, mientras México fue español; por cuya razón sólo trataré de los
poetas que ha producido su independencia bajo un carácter exclusivamente
mexicano, y no de los anteriores a su emancipación política. Y cosa extraña en
su tiempo, afirma que la literatura mexicana no puede ser desprendida de la
marcha política del país. Otras muchas cosas dice Zorrilla de nuestra manera
de ser colectiva, pero basten las apuntadas.
Estos no son, claro está, los únicos textos que pudieran ser reeditados.
Otros hay de pareja importancia, por ejemplo el de Pedro Santacilia, Del movi-
miento literario en México del año de 1868.
9 de noviemb re de 1952
Entre el tiempo y el pan
He dicho en una Alacena anterior que la Antología de los 50, prologada, seleccio-
nada y anotada por el poeta jalisciense Jesús Arellano era una obra fallida de la
una a la otra parte. Dicho así, de paso, como de refilón, parece algo inspirado
por un sentimiento desdeñoso hacia el autor. Y no hay tal. Yo tengo por Chu-
cho Arellano un hondo afecto, al extremo que sufrí como enderezados contra
mí los chistes, las burlas y chungas que no sólo se dijeron sino se escribieron
contra él a raíz de haberse publicado la Antología. No. Lo que yo siento con res-
pecto a las fallas que disminuyen su trabajo y su entusiasmo es una especie de
ira, mezclada con un sentimiento piadoso, que no sólo se refiere a Jesús Are-

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