Un francés en tierra caliente

AutorAndrés Henestrosa
Páginas93-94
permite, en mi próximo artículo. Y cuando esperaba verlo publicado, me en-
contré con su último artículo enlutado igual que ahora está mi corazón.
25 de mayo de 1952
Un francés en tierra caliente
Uno de los espíritus más curiosos, más dúctiles y simpáticos que nos hayan
visitado, ha sido Luciano Biart, francés nacido en Marsella en el año 1829.
Muy joven, a los dieciocho años, vino a México y aquí vivió hasta 1867, en
que regresó a París donde murió veinte años después. Da suerte, pues, que
le tocó v ivir dos de los capítulos, así abigarrados como dolorosos, de nuestra
historia: la Invasión norteamericana y la Intervención francesa y el Imperio.
No obstante, Luciano Biart apenas si se ocupa, o lo hace de paso, en los nume-
rosos libros de aquellas luchas ni siquiera de la segunda en que su patria f ue
protagonista. Aficionado a las aventuras y a los viajes desde su niñez, recorrió
una gran extensión de nuestro país, principalmente las tierras veracruzanas,
formando ricas colecciones de insectos y pájaros que enviaba periódicamente
al Museo de Francia. Es posible que sus trabajos no tengan rigor científico,
pero esa circunstancia no mengua en nada sino por el contrario la levanta y la
equilibra la amorosa pasión con que observó las costumbres de nuestro país,
hurgó en nuestra historia antigua, se embelesó con las grandes escenas natu-
rales mexicanas, cosas todas que al paso que acrecientan la fama, menguan la
hacienda. Muchos de sus libros fueron escritos desde Orizaba donde parece
fincó su hogar, casó y tuvo hijos quizá con una mujer mexicana. Desde luego
La tierra calien te está fechada en aquella ciudad en enero de 1862. El libro
describe escenas de la vida rural veracruzana. Con gracioso alarde, echa mano
de todos sus recursos para pintarnos con vivos colores las escenas de la vida
pueblerina a las que concurre con ánimo embelesado. Con perfecto dominio,
usa de las palabras y de los giros propios de la tierra que describe, y cuando
es necesario, y Biart procura que lo sea con frecuencia, se detiene a historiar
las palabras india y referirlas a alguna curiosidad de la vida mexicana. “Yo he
vivido – dice orgulloso en el Prólogo de La tierra caliente – por más de trece
años en las comarcas que intento describir; he vivido la vida de los indios y de
los vaqueros, y, me atrevo a decir, las sabanas y las selvas v írgenes no tienen
AÑO 1952
ALACE NA DE MINUCI AS 93

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