Preludios de Posada

AutorAndrés Henestrosa
Páginas81-83
El autor se proponía una revisión total de su obra, evidente en las notas
marginales y en las tarjetas que se encontraron en su ejemplar personal, pero
que no pudieron ser aprovechadas en esta segunda edición porque, como dice
Rojas Garcidueñas, nada estaba redactado en definitiva y ni siquiera en borra-
dor, sino que eran meros apuntes de trabajo y referencias bibliográficas, todo
tan esquemático y personal que resultaba indescifrable e imposible de ser
aprovechado.
Toscano, asimismo, continuó investigando, persistió en las visitas perso-
nales a las distintas regiones arqueológicas de México y de Centroamérica, re-
gistró los hallazgos y los nuevos descubrimientos en torno al tema de su vida,
todo ello encaminado a la depuración del material de la que pudiera llamarse
primera redacción del El ar te precolombino de Mé xico y de la América Central.
En una recreación de su obra, quizá nos diera una teoría del arte indígena
como remate de una preocupación que lo mantuvo en vigilia desde que, para
redactar una tesis profesional acerca del “Derecho y organización social de los
aztecas”, se asomó un momento al mundo distante, pero cercano, oscuro, pero
luminoso del mundo precolombino.
Otros trabajos redactó Toscano que, debidamente estudiados y seleccio-
nados, pudieran formar un pequeño volumen que, si bien en nada acrecenta-
ría su fama, sí sería útil para el estudio de las artes de México y pondría una
nueva flor a su guirnalda.
6 de abril de 1952
Preludios de Posada
Dentro de unos días hará un año que anduve por Aguascalientes y Zacatecas,
en un breve viaje tan placentero que sus incidentes se tiñen ya de esa año-
ranza y esa melancolía que cubre las cosas lejanas. No era la primera vez que
visitaba esos lugares. Hace veinte años me asomé por aquellas tierras, sólo de
nombre conocidas; por eco de sus canciones; la voz de sus poetas, la fama de sus
ferias, el bronco retumbo de los triunfos revolucionarios que hasta mi tierra
llevó el viento. Pero aquella primera imagen la diluyeron los años, se esfumó
en el horizonte, igual que se esfuman esas nubes que la imaginación y la fan-
tasía se empeñan en dar contornos caprichosos. Fue necesario aquel retorno
AÑO 1952
ALACE NA DE MINUCI AS 81

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