Poeta y loco

AutorAndrés Henestrosa
Páginas124-125
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ANDRÉS HEN ESTROS A
pensamiento creador y para la erudición literaria. Y aunque Estrada conside
aquello dura, ruda labor, sin genio ni gloria, a la vuelta de los años se pudo
ver que su premio y su corona ha sido la gratitud de los mexicanos que en un
alarde que tiene todo el ropaje de lo heroico, trabajan la gigantesca dura veta
de la erudición mexicana. Y no sólo, sino que el ejemplo de Estrada sirvió para
que otros mexicanos, iniciaran con ímpetu parejo, una nueva serie de aquellas
monografías, dentro de las tendencias con que las caracterizó su iniciador.
Pocos lectores recuerdan las circunstancias en que las Monografía s His-
tórica s Mexican as fueron suspendidas, siendo la última, justamente obra de
don Genaro. Sucedió que el autor de Per o Galín, al escr ibir las p alabras que
anteceden al tomo II de la Bi bliografía de la Revolució n Mexicana de Roberto
Ramos, y penúltima de la colección, en una necesidad de desahogo, o de mal
humor, o de las dos co sas juntas, escribió estos renglones que iban directa-
mente a la cabeza del titular en turno: “El ministro puede ser, si c onoce de
la materia, el director de esta colección; pero no fue la idea de que precisa -
mente lo fuera por el solo hecho de ser el ministro”: Estrada aludía de este
modo a la lamentable confusión que, en el sentido de la dirección de la serie
“aparece en algunos de los últimos tomos publicados”. El resultado de estas
opiniones fue que el titular en turno de la Secretaría de R elaciones, tras de
retirar del volumen las palabras iniciales de Genaro Estrada, cesó a l autor
de ellas. Es ésa la c ausa de que casi todos los ejemplares del tomo II de la
Biblio grafía de la Re volución Mexi cana circulen con el solo prólogo de Enrique
Fernández Ledesma, y la paginación se inicie c on el número XV II, pues las
palabras iniciales de Estrada ocupaban la s primeras págin as del libro.
30 de noviem bre de 1952
Poeta y loco
No he visto hasta ahora en los artículos que Baltasar Dromundo ha venido
escribiendo sobre sucesos y personas de hace un cuarto de siglo, ninguna sem-
blanza de uno de los personajes más característicos de la v ida y del barrio
universitario de aquellos años: de Fernando de la Llave, uno de los nuestros
que tenía de todo un poco, aunque sobresalía por lo que de poeta y loco hay
en el hombre, según la sabiduría popular. Sólo Miguel Othón Robledo, ahora

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