Un corrido entre romances

AutorAndrés Henestrosa
Páginas101-102
que ocurra en los que tienen algo que decir, pero no tiempo para detenerse en
palabras. Pues bien, apenas iniciado el tomo primero de sus Memorias –1828-
1840– el amable y risueño “Fidel” cuenta los orígenes de su vocación literaria,
sus vagabundeos por la Alameda, donde preso de ese malestar que quita el
resuello, pero que destila en el alma una audacia que lleva a poner en rima los
sentimientos y los pensamientos, fraguó sus primeras composiciones poéticas,
para luego soltarlas en los patios de vecindad, remedando el trance de la im-
provisación. Y digresivo como siempre fue, se derrama en unas sabrosas diva-
gaciones acerca de las fiestas septembrinas que tenían por teatro la Alameda
Central. He hecho mención de la Alameda, dice, porque en la Alameda fue
mi gran gimnasio poético. Las juntas cívicas para el 16 de septiembre tenían
como costumbre disponer, además del templete y los adornos suntuosos en
las fuentes, que escribiesen octavas y sonetos en las puertas, ocurriendo para
ello a los ingenios poéticos más esclarecidos de la época y daban su contingen-
te, ya el divino Tagle, ya Carpio, ya Pesado, ya Barquera, ya Amat, ya Sierra,
Romo, Barrera o Autepara (sic) considerados todos como príncipes de nuestro
parnaso, concluye. Y a continuación inserta el soneto de Tagle que inicia el
raro folleto que motiva estas divagaciones, y que por cierto registra algunas
variantes, quizá porque Prieto lo confiara a su memoria, y pasados los años,
lo rec ordara alterado. Como pued en ver los lector es, “Fidel” menciona a
cuatro de los poetas que se encargaron del ramo de poesía en aquel 16 de
septiembre de 1831, año en que Guillermo Prieto llora la muerte de su madre.
De una cosa más nos entera el viejo cantor de nuestras glorias nacionales, y es
que Antepara o Autepara, como él escribe, le es desconocido, pues de no ser
así habría apuntado su nombre de pila y consignado alguna noticia que ayudara
a identificarlo, cuestión ésta a la que hemos de volver otro día.
13 de julio de 1952
Un corrido entre romances
Hace cerca de veinte años llegó a México una pequeña antología de Cien ro-
mances escogidos, cuya selección estuvo encomendada a Antonio G. Solalinde,
ahora finado y entonces profesor en la Universidad de Wisconsin, en Madison.
Filólogo de primera, conocedor profundo del medioevo español, la antología de
AÑO 1952
ALACE NA DE MINUCI AS 101

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR