El peregrino indiano

AutorAndrés Henestrosa
Páginas109-110
Por lo pronto, el libro de Gertrude Diamant está todo él saturado de una
gran simpatía por México, por sus indios silenciosos, relegados, quietos, hasta
mover el paisaje. Pero si eso no fuera suficiente está escrito en un estilo llano,
familiar, retozón, poblado de cien observaciones certeras y con un amor que
se sale de las páginas. Trata, en fin, de llevar como de la mano a los lectores
americanos a dar un paseo por entre nuestra escabrosa, intrincada y dispareja
vida nacional. Y lo consigue. Si no fuera muy exagerado, yo diría que de aquí
a medio siglo The days of Ofeli a, será comparado con el libro de la Marquesa
Calderón de la Barca, Life in Mexico.
31 de agosto de 1952
El peregrino indiano
Mala suerte han corrido Antonio de Sa avedra Guzmán y su obra El peregrino
indiano, canto épico que prologa, en el siglo X VI, la Crónica de la Conquista,
juzgado desfavorablemente por la crítica mexicana, a partir de García Icazbal-
ceta que prologó su reedición del año 1880. En efecto, los llamados historia-
dores de nuestras letras no han agregado a lo dicho por don Joaquín una sola
palabra nueva, un solo dato que viniera a enriquecer su biografía y la opinión
que, en definitiva, se haga de su obra literaria. Con decir que ni siquiera se
consigna la existencia de una segunda edición de El peregrino in diano, se ten-
drá una idea de la ligereza con que ha sido vista la obra y el autor.
Dice García Icazbalceta que la obra, aparte de haber sido escr ita por un
mexicano, era rarísima, a tal extremo que a pesar de haberse empeñado en
obtenerla a cualquier precio, haciéndola buscar durante largos años en Méxi-
co, España, Francia e Inglaterra no llegó a tenerla entre sus libros. Y que esas
dos circunstancias –la nacionalidad del autor y la rarez a del libro– era n su-
ficientes para reimprimirla, salvándola de un seguro olv ido, ya que una edi-
ción anunciada por los editores de la Biblioteca Hisp ano-Ultramarin a, en 1874,
no llegó a publicarse, como ya se lo temía don Joaquín. La edición mexicana
se hiz o sobre el único ejemplar que entonces se conocía en México: aquel
que, habiendo sido de José Fernando Ramírez, pasó a ser de Manuel Orozco
y Berra, quien lo franqueó generosamente para la horrenda edición que hizo
“El Sistema Postal” en la imprenta de José María Sandoval, en folletines, a
AÑO 1952
ALACE NA DE MINUCI AS 109

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