Encantos del apócrifo

AutorAndrés Henestrosa
Páginas75-77
Riva Palacio, inclusive Luis González Obregón. Posteriormente, de modo no-
table, Ángel de Campo, “Micrós”. Y si se analiza con alguna claridad, se verá
que los llamados escritores de la Revolución Mexicana sólo han cumplido,
observándola y describiéndola, una tarea de cronistas y costumbristas, muy
semejante a la de aquéllos. La diferencia consiste en que aquéllos tomaron
para sustento de su obra otros tiempos.
Apenas en algunos de los libros que miran a la Revolución Mexicana se
advierte en ciertos instantes una pregunta, una interrogación ante lo que apa-
rece como un complejo inextricable. Y la pregunta queda sin respuesta.
La Revolución Mexicana es un proceso vivo en el que participan fuerzas
diversas y aun disímiles; entran en ella, explosivamente, muchas de las sustan-
cias no muy diáfanas que se desprenden del suelo de México, de la conciencia
y la subconsciencia de su pueblo. Y de su dinámica surgen repetidamente sig-
nos opuestos, desconcertantes. Los hasta ahora escritores de la Revolución no
saben cómo explicar y explicarse esto. De ahí que muchas veces la más íntima
sensación de sus trabajos no sea sino un escepticismo superficial y pequeño, y
que, después haber captado tan certeramente la “plástica” de la Revolución,
se vuelven irreflexivamente contra el “espíritu” de la Revolución. Este pudo
ser, acaso, el itinerario de Mariano Azuela.
Una nueva literatura se gesta cuando, a la par que el propio pueblo revo-
lucionario esclarece la conciencia de sus objetivos, una promoción de escrito-
res madura acorde con ese desenvolvimiento, y ya no reconoce como suya la
literatura de la Revolución en su etapa de violencia. Será una literatura del
México que la Revolución construye y que se dirige resueltamente a planos
superiores de su desenvolvimiento.
¿No hay una riquísima veta para la creación más noble en la vida y la espe-
ranza actuales del pueblo mexicano?
4 de marzo de 1952
Encantos del apócrifo
Don Carlos Pereyra ha recordado en uno de sus últimos libros Quimeras y ver-
dades de la historia una de las tantas supercherías que registra la Literatura
Mexicana. Lo hace Pereyra al aludir al ignoto autor, sólo comparable con Ro-
AÑO 1952
ALACE NA DE MINUCI AS 75

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