Entre la flor y el fruto

AutorAndrés Henestrosa
Páginas80-81
80
ANDRÉS HEN ESTROS A
Todas las grandes causas tuvieron en él un fervoroso soldado, la última, la
causa de la Paz que otros rehúyen. En La apacible locura escrita en vísperas de
su muerte, hay más un lugar en que el poeta manifiesta que nada son nues-
tros pequeños peligros personales comparados con aquellos a que se expone
la Humanidad con las guerras. Y que hasta el último instante de su vida sería
pacifista. Y así fue. Sus últimas palabras, ésas que por contener la muerte
son la verdad en números redondos, fueron una condenación del imperialismo
norteamericano, al que sin duda acusaba de provocar una nueva guerra.
25 de marzo de 1952
Entre la flor y el fruto
Después de cerca de diez años de haberse publicado, la Universidad Nacional
de México acaba de hacer la segunda edición de El arte precolombino de México
y de la América Central de Salvador Toscano, muerto ahora tres años. Excepto
un “Apéndice” sobre la cultura de Bonampak, una “Advertencia” de José Rojas
Garcidueñas, así como levísimas variantes, la presente edición es una repro-
ducción fiel del trabajo sólido de las manos y la amorosa frente de Toscano.
Con ser éste un libro maduro, no es todavía lo que su autor se proponía, ni
de lo que era capaz de producir una inteligencia tan alerta y una vocación tan
bien equilibrada. Toscano estudiaba constantemente, investigaba y meditaba
sin cesar sobre los temas de su especialidad, y alguna vez hubiera podido llevar
su obra a la perfección que sus estudios hacían esperar. Eso fue lo que quise
decir cuando afirmé que Salvador Toscano había muerto en el trance temblo-
roso que hay entre la flor y el fruto. Bella es la flor, representa un minuto de
belleza y de perfección, pero lo es más el fruto: alba del árbol y de la flor. Mu-
chas excelencias se reúnen en este libro. Una, primerísima, es haber superado
los prejuicios que hasta su tiempo, salvo contadas excepciones, privaban en
torno de las artes precortesianas. Y aunque Toscano no aspiraba a un retorno al
arte del pasado, lo estudió con entusiasmo y devoción porque, según dijo, toda
vida espiritual requiere recuerdos y pretende reconocer las raíces que han de
informar su porvenir. Otra, no menos importante, es haber recorrido todas las
teorías estéticas y hacer de ellas una apretada síntesis para aplicarla al estudio
de las artes precolombinas de México y de la América Central.

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