Juicios y prejuicios

AutorAndrés Henestrosa
Páginas77-78
la cabeza que el espíritu de Juárez, espíritu superior, en tanto dormía, se lo
había dictado.
El alma humana está siempre dispuesta a aceptar estas supercherías, si
ellas acrecientan la gloria y la fama de hombres que sin dejar de ser históricos,
son un poco mitológicos. Y Benito Juárez era una de esas entidades.
11 de marzo de 1952
Juicios y prejuicios
En su libro La vida literaria de México, sorprendente de atisbos y sagaces re-
flexiones sobre nuestras letras, Luis G. Urbina pasa como sobre ascuas por el
capítulo de la literatura indígena anterior a la Conquista. Y aunque ya en otra
ocasión he aludido a esta tacha del famosos ensayo, v uelvo hoy al tema para
indagar por qué dudaba el gran poeta de la existencia de una poesía lírica,
subjetiva, individual, en el mundo precortesiano, si bien reconocía la existen-
cia de las formas colectivas: el himno religioso y el cantar épico. Extraña, en
realidad, la duda de Urbina, sobre todo si se recuerda que antes de formularla
nos regala con un encendido elogio de algunos aspectos de la cultura de los
indios, que habían observado los astros, habían hecho la división del tiempo,
habían construido monumentos de solemne grandeza, habían modelado a golpe
de obsidiana relieves exquisitos, esculturas extraordinariamente elocuentes de
hombres y dioses; habían hecho primores cerámicos en sus vaso s de arcilla ,
de pórfido y de jade; que aprovecharon las plumas de sus aves, las pieles de sus
fieras, y el oro de sus ríos para las artes suntuarias; que empezaron ya, en sus pin-
torescos códices, a vislumbrar la escritura fonética. Y al llegar aquí, interrumpe
el elogio, y pregunta: ¿pero habían alcanzado la suprema cultura de la poesía
lírica, subjetiva, individual, que es la confesión y la revelación de un alma fren-
te al espectáculo del Universo?
Parece dudoso, a primera vista, que pudiera existir poesía lírica entre los
antiguos mexicanos, todavía en el periodo colectivo de su civilización. Yo com-
parto la opinión de que las formas artísticas de los pueblos pobladores del
Anáhuac eran triviales. Y esto explicaría la carencia, o mejor dicho, el exiguo
acervo de poesía lírica y erótica, pero indudablemente estaban en trance de
producirla como manifestación permanente, y algunas muestras nos dejaron,
AÑO 1952
ALACE NA DE MINUCI AS 77

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