Ser profesor-investigador

AutorRigoberto Gerardo Ortiz Treviño
Páginas209-213

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1. Ciencias, saber superior e investigación

Entre las voces del siglo XX que dejaron huella en el devenir, está la del madrileño Leonardo Polo, para quien el saber superior es "(...) la adquisición de conocimientos en la situación más alta que la humanidad ha adquirido en un momento histórico".1A la aportación del saber superior se debe el Instituto Nacional de Ciencias Penales

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(Inacipe), como se consagró en su decreto constitutivo:

Artículo 2. El Instituto tendrá por objeto la formación y profesionalización altamente especializada de servidores públicos en las áreas de seguridad pública, procuración y administración de justicia y en ejecución de sanciones; la formación de investigadores, profesores, especialistas y técnicos en las diversas áreas de ciencias penales y de la política criminal; la realización de investigaciones sobre los principales problemas nacionales en estas áreas, y la información y difusión de los conocimientos sobre ellas.2Quien esto escribe, está vinculado a la Dirección de Investigación, que es el área especializada en esa función sustantiva: generar saber superior. Es la atmósfera que impregna, a su vez, al universo de los centros públicos de investigación adscritos al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología. Dichos centros tienen como propósito la investigación científica aplicada a los problemas nacionales. Por ello, suelen ser instituciones cuya sinergia es generada por el diálogo interdisciplinario. En tal sentido, la denominación del Inacipe, honra con el plural epistemológico al mundo cientíico forense. De hecho, el área se integra por profesores-investigadores de diver-sas procedencias y disciplinas: hay criminólogos, criminalistas, abogados, sociólogos y psicólogos. Les une la búsqueda de mejores políticas criminales, que no se reducen a coadyuvar con las funciones legislativas -lo cual ya es mucho- sino también con la comprensión del fenómeno delictivo, sus causas, sanciones, reinserción social e incluso, su prevención.

2. Un historiador del Derecho en el Inacipe

Recuerdo que, en las últimas lecciones magistrales del romanista Álvaro d’Ors, éste dedicó muchas palabras al quehacer del profesor-investigador. Él -quien fue, uno de mis principales maestros durante el doctorado- partía de la premisa de que la ciencia es de suyo comunicable. Por eso, es la docencia la actividad mediante la cual se transmiten los resultados de la investigación científica. Me permito hacer aquí un paréntesis para el amable -y paciente- lector. No soy un penalista. Mi formación es jurídica, pero el tiempo -que todo lo pone en su sitio- me fue llevando a los mundos del Derecho romano, la historia del Derecho y la Filosofía. Esto me permitió dialogar con los derechos humanos, y fue así como me encontré, sin buscarlo, con el Derecho penal. Como es bien sabido, el Derecho penal liberal fue creciendo de la mano con los primeros textos declarativos de derechos individuales. Ya lo airmaba Antonio Osuna Fernández-Largo (otro maestro): "Los derechos humanos no son fruto de un laboratorio académico, ni de un gabinete de pensadores, sino una lucha por la justicia en tiempos y lugares muy distintos. Para captar la idea de los derechos humanos hay que hacer una síntesis de todas esas reivindicaciones y luchas por la justicia".3El Derecho penal liberal -o moderno- está inmerso en lo que la doctrina ha denominado "derechos humanos de primera generación" es decir: "(...)...

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