Las instituciones de la República y sus profesionales

AutorMercedes Peláez Ferrusca
Páginas215-219

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Hablar de Ciencias Penales hoy día es hablar de altos índices de violencia, de decenas de muertos en batallas campales en los penales, de autodefensas y una docena de cárteles, de reformas y transformaciones, de instituciones y de sus profesionales. A nadie escapa que la costosa y complicada maquinaria penal necesita, cambios y simpliicación; para ello, no basta con leyes novedosas y oportunas, cuando las hay. Se requiere la destreza y el compromiso,

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el esfuerzo y la dedicación de los profesionales que las integran.

El Instituto Nacional de Ciencias Penales (Inacipe, como es mundialmente conocido) es un Centro Público de Investigación1especializado en aquellas disciplinas vinculadas con el conocimiento y la práctica de lo penal. Se hizo realidad hace 40 años. Se instauró en una época prometedora para las ciencias penales de nuestro país. Fueron los años también de las postrimerías de reformas importantes en materia penal, procesal y penitenciaria, de los congresos nacionales penitenciarios; estábamos como país en el eco de las olas reformistas internacionales surgidas de los modernos congresos de Naciones Unidas sobre la justicia penal y el tratamiento al delincuente, como se denominaban entonces, caracterizados por el afán de uniicar la idea de una justicia penal humanitaria y garantista.

Como airma García Ramírez reiriéndose al origen del Instituto, se trataba, en suma, "de acreditar la capacidad del individuo, de la sociedad y del Estado para utilizar la vía penal con moderación y racionalidad. Había que dar signo ético -además de jurídico- a esta función del Estado: reducirla dentro de sus fronteras estrictas, emplearla con probidad y serenidad, transformarla en medio de recuperación, que no quiere decir adoctrinamiento ni conversión".2El Instituto surgió en el seno de la Secretaría de Gobernación, gracias al impulso del entonces Subsecretario don Sergio García Ramírez, con la vocación de dar lugar físico a la aspiración de los intelectuales de la época ocupados en las diversas disciplinas penales, y preocupados por la condición en que se encontraban también las prisiones de nuestro país.3Desde aquel entonces, el Instituto dejó clara su dedicación a la capacitación y profesionalización de los servidores públicos responsables de atender los diversos ámbitos del ejercicio del poder punitivo del Estado, con la finalidad más elevada -en palabras de García Ramírez- de ser conducto para que el análisis riguroso y crítico desembocara en un cambio de la realidad adversa. No se entendía hacer un instituto para la investigación o la docencia, puras, inaplicadas; era menester ir al encuentro de las cosas que ocurren, para afrontarlas y hallarles remedio [...] un trabajo para la trinchera.4Necesaria entonces como ahora, la formación especializada fue tomando forma en el primer centro a nivel nacional dedicado a las disciplinas penales, aquellas que tienen como objeto de estudio el delito, la delincuencia y el delincuente.

La...

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