Travesía con el Inacipe

AutorMartín Gabriel Barrón Cruz
Páginas7-13

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A vuelo de pájaro

En el presente texto realizaré comentarios y apreciaciones en primera persona. No se trata en sentido estricto de una autobiografía, es decir, no se trata de iniciar la aventura de escribir sobre sí mismo, sino de dar cuenta de algunos aspectos relevantes de mi paso por el Instituto Nacional de Ciencias Penales (Inacipe).

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Han transcurrido casi 25 años desde que llegué a las instalaciones del Instituto, fue ya en el avanzado 1991. Hasta mediados de ese año, laboraba en el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), algo natural para quien había cursado la licenciatura en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH).

Un hecho anecdótico de mi llegada al Instituto fue que al trasponer la puerta principal en una pared se encontraban los nombres de los directivos de la institución, lo cual parecería intrascendente, salvo que algunos de ellos prove-nían del INAH. El director general, Ignacio Carrillo Prieto, había incorporado a su plantilla, entre otros, a Jesús Camacho Coronel, Roberto Estefan Karam, Hedilberto Matheis, José Luis Alvarado y diversos trabajadores administrativos. Así, mi llegada no fue del todo a un ambiente desconocido, al menos por lo que respecta al personal, por lo cual la adaptación fue mucho más rápida.

La razón del cambio entre el INAH e Inacipe se debió a la negativa que tuve para obtener el permiso correspondiente de las autoridades administrativas, del primero, para realizar mi tesis. Esa contrariedad provocó que buscara un espacio en donde se me permitiera concluir formalmente mis estudios, ya que en ese tiempo mi objetivo prioritario era concluir la tesis de la licenciatura en Historia. Estos sucesos me permitieron incorporarme al Inacipe. Afortunadamente, Samuel González Ruiz, quien era, en aquel entonces, Secretario General Académico, me asignó a la Dirección de Investigación, donde Klaus Dieter Gorenc se encargó de determinar que, dado el peril de estudios en historia, estaría bajo la tutela de Héctor Madrid Mulia, quien era el historiador que en la institución trabajaba los temas de las prisiones.

El trabajo que desarrollaría se dividiría en realizar cada una de las actividades que Héctor me encomendara y a la vez tendría tiempo para concluir la tesis. Pasaron los primeros seis meses y la tesis, por in, estaba concluida. Una vez que se realizaron los trámites correspondientes en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), presenté y aprobé el examen respectivo. Fue un día viernes de junio cuando esto ocurrió. Un hecho importante es que a nadie de la Dirección de Investigación invité, sólo estuvieron enterados Héctor Madrid y Armando Rojas, este último trabajaba en el instituto y fungió como secretario en el examen profesional.

Al lunes siguiente me presenté con Klaus y le presenté la hoja donde se hacía constar que había aprobado el examen. Una vez pasado el regaño natural por no haberlos hecho partícipes del evento, me preguntó sobre mis aspiraciones académicas, la respuesta fue que quería realizar una maestría. Inmediatamente pasamos a la oicina de Samuel, donde Klaus le expuso que ya había cumplido el objetivo y que, por lo tanto, tendría que pasar de ser Asistente de Investigación a Investigador Asociado. Además, le dijo que yo quería estudiar la maestría en criminología. Mi reacción fue de sorpresa pues jamás dije tal cosa. Sin embargo, Samuel le dio indicaciones para que se realizaran las diligencias necesarias para inscribirme en la maestría. De tal manera, en un in de semana pasé de obtener el grado de licenciatura a estar inscrito en una maestría que desconocía por completo.

Han pasado 25 años. Se dice fácil, pero en el camino hay muchas anécdotas y sucesos que han marcado derroteros. Uno de ellos, sin lugar a dudas, fue el cierre de la institución a finales del año 1992, por un capricho político, y como tal, sin sustento alguno. Así, al regreso de las vacaciones decembrinas y ya en enero de 1993 nos encontra-

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mos repentinamente con una nueva situación: el Inacipe ya no existía. En su lugar se había creado el Instituto de...

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