El Instituto Nacional de Ciencias Penales: la conciencia jurídico-penal mexicana

AutorManuel Vidaurri Aréchiga
Páginas275-277

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Correspondiendo a la generosa invitación del Dr. Rafael Estrada Michel, Director General del Instituto Nacional de Ciencias Penales, para participar en el libro colectivo que celebra los primeros cuarenta años de existencia del Instituto, hemos redactado las presentes palabras, en consonancia con las directrices que nos fueron marcadas en la carta invitación respectiva. Las colaboraciones solicitadas, aparte de ser breves, deberían dar cuenta de las apor-

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taciones que el Inacipe nos ha brindado en el desarrollo de nuestras líneas de investigación.

Sin más, diremos que para muchos de nosotros, profesores e investigadores universitarios, el Inacipe representa la institución de mayor prestigio en el estudio, investigación y enseñanza de las ciencias penales. Es el referente académico iberoamericano de mayor consistencia académica en la materia. De aquí han egresado ininidad de hombres y mujeres cuyos conocimientos son apreciados enormemente en las instancias de procuración y administración de justicia, seguridad pública, la academia y el ejercicio profesional independiente. Juristas inter-nacionales de renombre y gran prestigio valoran la importancia del trabajo del Inacipe, reconociendo la calidad de sus docentes y programas académicos. Y si de la producción editorial se habla, habría que decir simplemente que no sólo es abundante, sino cuidadosamente producida, siguiendo estándares de calidad y pertinencia.

Como profesor universitario por más de 25 años, muchas veces he debido relexionar en torno a la enseñanza del Derecho penal y la formación de los penalistas. En estas y otras relexiones sobre temas dogmáticos, criminológicos o de política criminal el Inacipe ha estado presente a través de las obras de sus investigadores o del contacto directo con quienes forman o han formado parte de su cuerpo profesoral. Mi primer libro fue presentado en este espacio, gracias a la invitación del doctor Álvaro Búnster, quien en aquella ocasión me obsequió con generosos comentarios y una copa de vino, que llegó en buen momento, pues aún a la hora de la presentación del texto seguía teniendo esa desagradable sensación de sobresalto e impotencia derivada del "secuestro expréss" que una hora antes experimenté y que me dejó sin cartera y sin anteojos.

La formación de los penalistas es un tema que parece propicio comentar ahora. Más por la ocasión de estas líneas. Al respecto, tengo claro que el jurista penalista se deine por un peril...

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