Diez años al frente del Inacipe

AutorGerardo Laveaga Rendón
Páginas151-157

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En agosto de 2001, a propuesta de Rafael Macedo de la Concha, Procurador General de la República, el Presidente Vicente Fox me nombró director general del Instituto Nacional de Ciencias Penales (Inacipe). Apenas tomé posesión del cargo, me hice la pregunta que me repetiría, día tras día, los siguientes diez años: ¿cómo puedo contribuir al desarrollo de México desde esta posición?

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El papel del Instituto consistía, básicamente, en capacitar, investigar y divulgar. Aunque concentraría mis fuerzas en estas tareas, antes tenía que diseñar y echar a andar una estructura administrativa que me permitiera hacerlo con eiciencia.

"Hay muchos lujos que podrás darte como jefe", me espetó un día Arsenio Farell, siendo Secretario del Trabajo, "pero hay uno que nunca podrás darte: la conformación de tu equipo de trabajo. Si por admitir a un compadre o cumplir un compromiso dejas de atender tus objetivos, no la pagará el compadre sino tú". Atendiendo la advertencia de Farell, la conformación de mi equipo constituyó mi prioridad.

En el Inacipe procuré rodearme de hombres y mujeres endiabladamente competentes -y competitivos- por lo que asumí, como parte de mi tarea, lidiar con sus egos. No me interesaron sus debilidades sino sus fortalezas. Desde luego, les concedí toda la autonomía que pude, incluyendo un horario lexible. Les insté a ser creativos y audaces. Combiné experiencia con juventud. En adelante, pues, cuando hable en plural, me referiré al trabajo que hicimos juntos, alternando la primera persona del singular cuando corresponda a temas que sólo me involucraron a mí.

Mi siguiente tarea consistió en compartir mi visión, tanto con mis superiores -los integrantes de la Junta de Gobierno-, como con mis colaboradores. Sin menoscabo del mandato constitucional, que precisaba que la investigación del delito correspondía al Ministerio Público (ahora también corresponde "a las policías"), no creía que el Inacipe debiera formar agentes del MP con un sesgo policíaco, pues para ello estaba el Instituto de Capacitación Policial (ICAP), sino abogados que supieran acusar: fiscales.

Perseguir el delito signiicaba hacerlo ante los tribunales, con argumentos jurídicos, a partir de los insumos recabados por la policía. Eran insumos que había que convertir en pruebas. Me inquietaba -añadí- intentar competir con la policía y duplicar funciones, como muchos lo proponían. El Instituto no impartiría manejo de armas o artes marciales, ni prestaría demasiada atención a las labores propias de la policía. Se abocaría, eso sí, al Derecho penal, la averiguación previa y a los derechos humanos.

Mientras las procuradurías -la Federal y las estatales- contaran con policía y laboratorios periciales que compitieran contra los de los distintos cuerpos policíacos, unas y otros se achacarían, mutuamente, errores y omisiones, sin que ninguno asumiera la plena responsabilidad de lo que le tocaba. "Donde hay ambigüedad de funciones", ha señalado el Banco Mundial, "hay subdesarrollo".

Con esta convicción, decidimos dejar en último plano los informes trimestrales y los indicadores de desempeño, aunque designamos a un burócrata avezado en estas lides para que los realizara. Nos concentraríamos en los resultados. Así, en unos meses, el viejo ediicio del Inacipe quedó albeando; el stand de tiro se convirtió en sala de juicios orales y el gimnasio, en aula de usos múltiples. Construimos nuevos salones de clases y hasta fuentes.

Remodelamos, también, el auditorio "Alfonso Quiroz Cuarón" y la Sala de Seminarios "Mariano Jiménez Huerta"; automatizamos la biblioteca con tecnología de punta; modernizamos la librería y dimos la concesión de la cafe-tería a una empresa profesional. "Este es un centro de altos estudios y tiene que parecerlo", resolví.

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Pero si la misión fundamental del Instituto estaba vinculada con la capacitación de los fiscales, ello no nos impidió un ejercicio de extensión para llegar al resto de la comunidad de las ciencias penales. Para ello reabrimos cómodas maestrías y el doctorado por investigación. Organizamos diplomados, especialidades y cursos de las materias más variadas. Quienes nunca habían oído hablar del Inacipe, empezaron a escuchar su nombre.

Un tema que nos preocupó desde el principio fue la investigación. Sin negar el talento de los investigadores que estaban ahí, no compartíamos la fascinación de algunos de ellos por las conjeturas y la dogmática. Temas como "Aproximación ontológica de la culpabilidad y su vinculación con la axiología...

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