El pájaro carpintero

AutorAndrés Henestrosa
Páginas103-103
UNA VEZ por año, varias veces si el fuego
sojuzgaba la selva derribando los árboles,
el pájaro carpintero agujereaba un tronco
seco para hacer casa nueva. Trabajaba entonces
por necesidad, provechosamente. Así sería hasta
hoy si los judíos, en mala hora, no lo hubieran con-
vencido aliándolo con ellos.
Ya no dormía Jesús en la hoja del olivo; tampoco en la
hoja más reciente del plátano –eso lo sabía muy bien–, sino en
el tronco hueco, pero sin salida, de un árbol.
Una bandada espesa de pájaros carpinteros, seguida de
una turba espesa de judíos, guiados todos por la urraca, se
regó por los montes. Y agujereando el tronco seco y el tron-
co verde, lo encontraron al fin en el tallo del carrizo.
Murió Jesús, pero por la ingratitud al Hijo de Dios, el
pájaro carpintero agujerea, no para anidar, sino por eterno
castigo, el tronco verde y el tronco seco; no una vez, ni dos,
ni tres, sino todos los días del año.
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El pájaro carpintero

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