La urraca

AutorAndrés Henestrosa
Páginas101-102
LAURRACA vivía antes de Jesús sin preo-
cupaciones, en lo más compacto de la
selva, donde mecía su vuelo de una
rama a otra. Su voz era distinta de
la que tiene hoy: delgada, filosa hasta doler, que
lanza a los hombres cuando los mira por los caminos
de la montaña. Si dice “judío”, “judío”, no es por un simple
capricho.
Se cuenta que ella fue la única que vio salir al Redentor
del pueblo para huir; curiosa, nada más, desde lo hondo del
bosque se acercó al camino para verlo; pero reconociéndolo
llamó a sus perseguidores.
Santa María, llena de ternura, le ofreció en cambio de su
silencio, su túnica azul. Desde allí, ella que era toda blanca se
volvió azul, menos el pecho. Sin túnica la Virgen, sin gritos la
urraca, la una volvió al pueblo, la otra a la selva. Pero unos
días después la urraca tornó, y recogiendo su voz la arrojó
nuevamente a los judíos.
La madre de Dios, Santa María, le ofreció entonces el hilo
de gotas negras de su collar por unas gotas de silencio; hilo
que desde entonces lleva la urraca ceñido al cuello. Una sema-
na pareció muda. Y lo fuera indefinidamente si, mujer al fin,
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La urraca

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