Más allá del narcotráfico
| Autor | Pedro José Peñaloza |
| Páginas | 345-356 |
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Preocupado por el avance desmedido del narcotráfico en México y en el mundo, y su secuela perniciosa que se releja en los crecientes índices de comercialización y adicción, Pedro José Peñaloza nos introduce en el conocimiento de las drogas que más comúnmente
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se consumen y los efectos generales que producen en el cuerpo y la mente de los usuarios habituales. Concluye que ante tan lacerante fenómeno delictivo, Estado y sociedad deben trabajar conjuntamente para enfrentar de manera eicaz una estructura diseñada con sistemas tecnológicamente avanzados que pone en condiciones de vulnerabilidad a niños y jóvenes, principalmente, según lo evidencia con las "cifras duras" que proporciona.
En México, el interés por el estudio del problema de las adicciones se inicia de manera sistemática a partir de los años setenta del siglo XX, cuando se realizan las primeras encuestas en hogares de ciudades seleccionadas, así como estudios periódicos entre la población estudiantil. Se evalúa la situación en centros de trabajo y en instituciones de readaptación social, se efectúan las primeras investigaciones en grupos vulnerables, se empieza el registro de población atendida en Centros de Atención Juvenil, actividades que continúan hasta la fecha.
En los años noventa se establece el sistema de vigilancia epidemiológica de las adicciones (SISVEA). En ciudades seleccionadas se realiza una encuesta de población estudiantil, se efectúan la segunda y tercera encuestas nacionales en poblaciones urbanas, se lleva a cabo un estudio de menores trabajadores en espacios abiertos en 101 ciudades y se hacen estimaciones sobre las necesidades de tratamiento a partir de indicadores de oferta y demanda de drogas en diferentes regiones del país.
Al iniciar la primera década de este siglo se crea el Observatorio Epidemiológico en Drogas que ofrece información actualizada y sistematizada, obtenida con metodologías comparables.
Ahora bien, para abordar el problema del narcotráfico, necesariamente debemos contar con una política criminal que establezca las características y la amplitud del fenómeno delictivo, con lo que la reacción organizada del Estado dejará de ser espontánea, incoherente y sólo para satisfacción de impulsos instintivos frente a la opinión pública.
Por ello, escribir acerca del narcotráfico implica necesariamente tener una visión integral del tema. Expliquémonos: el narcotráfico no puede ser combatido si sólo se atiende su última manifestación, que es la de la distribución y acopio de voluminosos recursos monetarios, con su secuela de corrupción e impunidad.
Requerimos de una política criminal y de una concepción tal, que nos conduzcan no sólo a usar el Derecho penal sino también otros "instrumentos no penales", sobre la base de que el Estado debe garantizar, en la medida de lo posible, la solución de los conlictos y tensiones sociales o individuales, para que la vida en comunidad sea estable y fecunda. Para ello tiene que echar mano de todos los instrumentos con los que cuente.
Sin duda, y esto es evidente, la batalla contra el narcotráfico exige una respuesta enérgica de los órganos del Estado. Ello implica, medidas represivas y preventivas, es decir, poner en funcionamiento una nueva política criminal que atienda los nuevos desafíos que implica una criminalidad globalizada y con cuantiosos recursos inancieros.
El gobierno federal admite lo anterior y en el Programa Nacional para el Control de Drogas 2001-2006 indica que
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[...] la estructura del programa está orientada al logro de un objetivo general que plantea: prevenir y abatir el consumo y combatir la producción, procesamiento, tráfico y comercialización ilícita de drogas; el desvío de precursores químicos, químicos esenciales y máquinas para la producción de drogas sintéticas, así como sus manifestaciones en la comisión de delitos conexos como el lavado de dinero y el tráfico de armas, bajo un esquema de atención integral que incorpore los esfuerzos que realizan las instituciones públicas en los tres niveles de gobierno y de fortalecimiento de la cooperación internacional, así como de una aplicación rigurosa de la estrategia global.1
México vive un proceso complejo y preocupante en materia de consumo de drogas, el cual abordaremos en este texto, sin mencionar los esfuerzos que se hacen en el combate a la oferta.
Un requisito indispensable para ganar esta batalla lo constituye el proyecto renacimiento de Palermo, Sicilia, que sin descuidar las acciones reactivas y el uso del sistema penal, puso especial énfasis en la esfera de la educación y en los efectos demoledores que tuvo el crimen organizado en el ámbito personal y familiar.
La experiencia aleccionadora de esa comunidad italiana se dio a partir de la derrota cultural y educativa de las mafias. Para ello se exhibieron los costos humanos y morales que provocan la delincuencia y sus ramificaciones de muerte y degradación.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha dado una definición para la farmacodependencia:
Es un estado psíquico, y a veces físico, causado por la interacción de un organismo vivo y un fármaco (droga), caracterizado por modificaciones de comportamiento, y por otras reacciones que comprenden siempre un impulso irreprimible por tomar el fármaco en forma continua o periódica, con el fin de experimentar sus efectos psíquicos y para evitar el malestar producido por el síndrome de privación.
Nuestros jóvenes están entrando al mundo del consumo de drogas legales e ilegales de una manera ascendente. Los indicadores disponibles muestran, por ejemplo, que: el consumo de alcohol está en aumento principalmente entre las mujeres, se ha reducido la edad de inicio, el consumo fuerte se ubica en edades más tempranas, los adolescentes se suman a las prácticas de consumo copiando cada vez más los modelos masculinos de los adultos. La repercusión de esta práctica en problemas de salud derivados de un consumo crónico, de accidentes y violencia ligados a los eventos de intoxicación son frecuentes, además de que las normas sociales no se orientan a fomentar la moderación en el consumo.2
Pero las consecuencias del consumo del alcohol tienen un efecto multiplicador y amplificado en la vida de los jóvenes quienes son más susceptibles de convertirse en víctimas por accidentes de tránsito que la población adulta. Por ejemplo, en el diez por ciento del total de las defunciones por accidentes en vehículos de motor ocurridos en el país en 1994, las víctimas tenían entre 15 y 19 años. La proporción aumenta a 13 por ciento
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entre los 20 y 24 años, que es cuando alcanza su pico para descender posteriormente hasta llegar a niveles por debajo del cuatro por ciento para cada quinquenio después de los 50 años de edad.3 De acuerdo con la Encuesta Nacional de Adicciones (ENA), uno por ciento de los adolescentes entre 12 y 17 años, reportó haber tenido un accidente asociado con su forma de beber, y esto ocurrió en 1.4% de aquellos que suelen consumir grandes cantidades de alcohol por ocasión.
El consumo excesivo de alcohol es depredador. La Encuesta Nacional de Adicciones señala que 29% de las mujeres adultas habitantes de zonas urbanas del país y que tienen o han tenido pareja, han sufrido violencia física por parte de ésta. En 60% de los casos de este tipo de violencia, el alcohol estuvo involucrado. Y qué decir de la elevada mortalidad por cirrosis hepática, con tasas de 22 muertes por 100 mil habitantes,4o la mortalidad por cirrosis asociada con el abuso de alcohol que se encuentra en ascenso. En los hombres aumentó 72% entre 1970 y 1995, y 13% en las mujeres.
Entre las personas que acudieron a los Centros de Atención Juvenil (CAJ) las drogas reportadas con mayor frecuencia como de inicio fueron: alcohol 33.8, tabaco 20.1%, mariguana 18.7%, solventes inhalables 12.2% y cocaína 8.10%. Observamos que el alcohol y el tabaco tienen mayor importancia entre las personas, lo cual...
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