Surgimiento, fracaso y renacimiento del comunismo en China

AutorGeorge Douglas Howard Cole
Cargo del AutorTeórico político inglés y un socialista crítico
Páginas384-416
XIII. SURGIMIENTO, FRACASO
Y RENACIMIENTO DEL COMUNISMO
EN CHINA
EN CHINA, como vimos en un volumen anterior de este estudio,1
hasta 1914 no hubo prácticamente un movimiento socialista, aunque
había ideas socialistas, cuyo exponente más notable fue Sun Yat-
sen (1866-1925). El elemento socialista en el pensamiento de Sun
Yat-sen se expresó fundamentalmente en su concepción del “modo
de vida del pueblo” como uno de los “tres principios” sobre los
cuales debía basarse la acción política. Este principio lo colocó en
contra de las poderosas fuerzas que mantenían al pueblo chino en
la pobreza y la sujeción y que desperdiciaban la energía nacional
impidiendo el desarrollo económico. Lo enfrentó a los imperialistas
que explotaban a China desde el exterior y trataban de establecer
esferas de influencia para ellos o de actuar conjuntamente en un
“consorcio” para el dominio del país en general. Lo opuso a los jefes
militares que controlaban regiones determinadas y malgastaban la
energía popular en sus conflictos destructivos, en los cuales se
mostraban con frecuencia dispuestos a favorecer a los imperialistas
para lograr su apoyo contra otros jefes rivales. Lo colocó contra los
terratenientes y los usureros; contra los primeros porque formaban
una clase cuyas exacciones empobrecían a los campesinos y les
impedían mejorar sus métodos de cultivo, así como el acceso a los
mercados en condiciones justas, y contra los segundos porque
formaban un grupo que aprovechaba las dificultades de los
campesinos para cobrar excesivos intereses por sus préstamos.
También, en cierta medida, lo opuso a los capitalistas que
empleaban mano de obra en condiciones injustas; pero era mucho
menos hostil a los capitalistas como clase que a los terratenientes,
porque los capitalistas eran, en general, partidarios del desarrollo
económico. En su caso, consideraba necesario obligarlos a mejorar
las condiciones de trabajo, y no tanto desplazarlos de inmediato. En
la industria, Sun Yat-sen quería una economía planificada donde un
nuevo tipo de gobierno pudiera asumir la dirección en un proceso de
desarrollo económico rápido, administrando parcialmente las nuevas
industrias bajo sus auspicios, pero también utilizando a los
capitalistas como sus agentes mediante controles que asegurarían
mejores niveles de vida para los trabajadores que ellos emplearan.
Las ideas esenciales de Sun Yat-sen fueron analizadas en el
volumen IV de este estudio,2 y no es necesario examinarlas de
nuevo. Era esencialmente un demócrata nacionalista; creía que la
democracia suponía la necesidad de un nivel de vida satisfactorio
para todo el pueblo, y por tanto se mostraba partidario de un plan
democráticamente controlado de desarrollo económico que
recurriera a las técnicas avanzadas adoptadas en Occidente, pero
adaptadas a las condiciones locales, y que desarrollara, en vez de
destruirlo, el tradicional modo de vida chino, por el cual sentía gran
respeto. Como hemos visto, después de ocupar la presidencia de la
República de China en la Revolución de 1911, renunció al cargo con
la esperanza de que el país se unificara en una sola república con
Yuan Shih-kai, y aceptó un puesto que lo responsabilizaba de la
ejecución de un gran plan de reorganización económica. Pero Yuan
tenía otras ideas e intentó hacerse emperador, y Sun Yat-sen se
encontró sin fuerza alguna para poner en práctica sus proyectos. En
lugar de la unidad nacional democrática con la que soñaba, China
se dividió, especialmente después de la muerte de Yuan en 1916,
en numerosos territorios dominados por jefes militares enemigos,
conservando Sun y los republicanos un precario control en el sur y
aprovechando los japoneses la preocupación de las grandes
potencias por su propia guerra en Occidente para establecer, según
los Veintiún Puntos de 1915, una hegemonía real sobre gran parte
del país.
Se produjo entonces la Revolución en Rusia, seguida por la
denuncia del gobierno soviético de los tratados nada equitativos
impuestos a China antes de 1914. Por algún tiempo después de la
Revolución bolchevique los rusos no estuvieron en condiciones de
actuar eficazmente en el Lejano Oriente. Sólo cuando la guerra civil
terminó en 1920 la Rusia asiática quedó realmente controlada por
los bolcheviques; y, aun entonces, tardaron en liquidar la
intervención japonesa y a las fuerzas restantes de los Blancos
rusos. Pero, tan pronto como terminó la guerra civil en la Rusia
asiática, la cuestión de las relaciones entre las revoluciones rusa y
china adquirió una importancia inmediata y considerable. Los rusos,
que se consideraban los iniciadores de una revolución mundial que
se extendería rápidamente a todos los países, tenían que decidir la
política que habrían de adoptar en relación con la inconclusa
Revolución china y, además, qué camino había que recomendar a
sus partidarios en China, que no eran todavía más que un pequeño
grupo de intelectuales pero ya pensaban en el establecimiento de un
partido comunista chino afiliado a la Comintern.
El movimiento comunista chino se había originado en un plano
reducido como resultado directo de la Revolución bolchevique. Se
inició en la primavera de 1918 con la formación de grupos de
estudios marxistas en Pekín bajo la influencia de dos intelectuales,
Li Ta-chao y Chen Tu-shiu, ambos profesores de la universidad. Un
año después surgió el llamado Movimiento del Cuatro de Mayo, la
primera ola de la serie de demostraciones y manifestaciones
antiimperialistas de los años que siguieron a la guerra. Este
movimiento no era de ninguna manera exclusivamente comunista, ni
siquiera en su mayoría: surgió cuando el comunismo apenas existía
como fuerza organizada. Pero, aunque se originó principalmente
entre intelectuales y especialmente entre estudiantes, fue importante

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