Eduardo Césarman

AutorJosé E. Iturriaga
Páginas131-134
131
Hace más de medio siglo Paul Valéry escribió y leyó ante el Protomedicato
de Francia su célebre discurso a los cirujanos, en cuyo texto subrayó la
analogía existente entre el oficio del poeta y el oficio del cirujano: ambos
esculcan, con parsimonia y delicadeza, las entrañas mismas del ser humano,
las más íntimas y palpitantes.
Ahora un cardiólogo mexicano del rango de Eduardo Césarman prac-
tica su propia laparotomía y armado de un bisturí —que es su certera
pluma— horada su enorme corazón a efecto de que fluyan en él las más
hermosas emociones, producidas por el bien o el mal y las sensaciones
más vibrátiles suscitadas por lo bello y lo feo. También practica, como ci-
rujano que es, su propia craneotomía para que de su cabeza vuelen todas
las ideas encerradas en esa cárcel ósea.
Su Cuarto menguante es una obra en verdad de autocirugía mayor: sin
anestesia abre en canal su propio cuerpo para mostrarnos todo cuanto
es Eduardo Césarman: como el ginebrino Juan Jacobo o el africano San
Agustín, nos conduce de la mano y nos confiesa su identidad más entraña-
ble. Por ello lo hace mediante párrafos sentenciosos o apotegmáticos, se-
guidos uno de otro con increíble fluidez y sin interrupciones capitulares.
Así nos convierte en testigos de excepción de su propia vida, de la audacia
de sus conceptos y de lo contagioso de sus emociones, hasta acabar por
Eduardo Césarman*
* Artículo titulado “Cuarto menguante, obra de cirugía mayor”, publicado en Sábado, suple-
mento del diario Unomásuno en enero de 1987.

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