La última palabra de El Monitor

AutorJusto Sierra
Páginas648-649
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LA ÚLTIMA PALABRA DE “EL MONITOR”
EL BOLETINISTA de El Monitor ha pronunciado su última palabra en la polémi-
ca que había abierto con La Libertad. Esta última palabra es exactamente
igual a la primera. Pasaremos por alto cuanto el señor Vigil insiste en acha-
carnos, probablemente aplicando al arte de discutir el método cientí co de
que tiene noticia; así es que el boletinista insiste en que nuestro ideal en ma-
teria de felicidad nacional es un gobierno fuerte, a pesar de que su misma
cita lo contradice. Hemos explicado que no pretendemos haber inventado
una panacea o sistema para curar todos los males del país, sino que sencilla-
mente una de nuestras más urgentes necesidades es la del establecimiento
de un gobierno robusto, no porque al satisfacerla quedasen como por encan-
to curados nuestros males, sino porque en medio de una sociedad que pierde
cada día un elemento de unión que vive como de prestado, que “se va hasta
afuera”, como decía un antiguo hablando de la anarquía en un país de Orien-
te, es preciso, es indispensable, es de una importancia indecible formar un
núcleo fuerte, capaz de atraer algunos intereses poderosos en torno suyo y
tratar de salvar así eso que los constituyentes consideraban como el objeto
supremo de sus trabajos: la unidad de la patria.
Y a pesar de que hemos sido claros y terminantes, cuanto es posible en el
asunto, el señor Vigil nos contestó con que sostenemos vaguedades. Ése es
un recurso polémico, que no es una verdad sincera. No sabemos qué tiene de
vaguedad pedir el establecimiento de un gobierno conservador. —Ésa es la
dictadura, nos han dicho. —Calumnia, hemos respondido: la dictadura es lo
arbitrario y nosotros queremos el orden, y como condición para llegar allí la
reforma de la Constitución, ensanchando la esfera de la autoridad y armán-
dola no de las armas prohibidas del despotismo, de intriga y de chicana, hijo
de una Constitución impracticable, sino de las que ponga en sus manos una
ley avenida con nuestras verdaderas necesidades y que sean su cientes para
impulsar el progreso de todos y cuidar del derecho de cada uno, hoy a mer-
ced de la fuerza y del vicio.
¿Es esto claro? ¿Es esto vago?
Ah, no: pero el señor Vigil sí que es enemigo acérrimo de la vaguedad; él
sí sostiene un programa muy claro, muy fecundo, muy preciso; un gran pro-
grama práctico. ¿Cuál es el remedio de nuestros males? Cumplir con la
Constitución. ¿Hase visto nada más claro? Si esto es el sol. ¿Cómo podría cu-
rarme, señor facultativo? Curándose. ¡Cumplir con la Constitución! ¿Y cómo
se hace para cumplir con ella? Basta con quererlo, nos dirá el señor Vigil; puro

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