Nuestro programa de combate

AutorJusto Sierra
Páginas653-654
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NUESTRO PROGRAMA DE COMBATE
NADIE está en mejor situación que nosotros para escoger posiciones frente
a los acontecimientos futuros. Nosotros hemos sostenido, apoyados por el
buen sentido del país (de esto tenemos pruebas más concluyentes todos los
días), que era preciso reformar la Constitución en el sentido de crear ele-
mentos de energía gubernamental para conservar los intereses sociales. Los
sucesos políticos posteriores a nuestras a rmaciones primeras han demos-
trado que estábamos en lo cierto cuando, en una sociedad que se desquicia,
sosteníamos que era preciso reforzar el centro de cohesión.
Consecuencia legítima de los principios en que hemos creído que necesi-
ta basarse en toda tentativa e caz de reconstrucción política ha sido ésta,
que nosotros tenemos como incontrovertible verdad: ya nada hay que espe-
rar de las revoluciones; toda revolución es esencialmente antipatriótica y
criminal.
De aquí derivaban para nosotros dos derechos: sostener a todo trance,
contra los avances revolucionarios, la actual administración; combatir estos
avances bajo cualquiera forma que se presentasen; por eso luchamos a todo
trance contra la candidatura del señor Benítez.* Era un hombre que contaba
con la unánime repugnancia del país; todo cuanto se hiciera en su favor te-
nía que ser facticio; poner de su lado los elementos o ciales era solicitar au-
dazmente una evolución incontenible, porque se le daba, más que un pretexto,
una razón de ser.
Gracias al buen sentido manifestado esta vez por el presidente de la Re-
pública, el señor Benítez ha renunciado a su candidatura, y esta abdicación,
aun cuando no fuese sincera, la harán irremediable las circunstancias.
Las nuevas tendencias que parten, si no del centro, sí del círculo que in-
mediatamente lo rodea, nos parecen revelar que la idea de crear con los me-
dios o ciales una candidatura sin apoyo en la opinión no ha sido abandona-
da. A esa tendencia nos hemos de oponer con todas nuestras fuerzas.
No nos hacemos ilusiones. Sabemos perfectamente que el país no ha de
tomar parte en la elección; que nuestros partidos no son grupos políticos,
sino banderías personales; que nuestro país necesita que le sirvan la mesa; lo
que es preciso, y en esto ha consistido el eterno error de los gobernantes de
México, en servirle un plato que le guste. Éste es el secreto, una cuestión
* Don Justo Benítez, candidato a la Presidencia de la República cuando se iniciaron los tra-
bajos para las elecciones de 1880.

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