La Libertad y el señor Vigil

AutorJusto Sierra
Páginas638-641
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“LA LIBERTAD” Y EL SEÑOR VIGIL
EL BOLETINISTA de El Monitor nos hace la honra de contestar algunas de las
observaciones que dirigimos a su crítica de una sentencia en que la Corte de
Justicia expone una nueva interpretación del artículo 5º de la ley fundamen-
tal. Fue nuestro objeto provocar el debate sobre los fundamentos de esta in-
terpretación, que el boletín del señor Vigil dejaba intactos. No lo hemos lo-
grado y vamos a replicar con el  n de hacer una segunda tentativa en el
mismo sentido, poniendo a salvo en todo caso nuestro respeto y nuestra sim-
patía por un escritor ante cuyo valer intelectual y moral estamos hace mu-
cho tiempo acostumbrados a inclinarnos.
Sentimos que el señor Vigil haya tomado a mal la clasi cación que hace-
mos de la escuela en que le coloca el carácter de sus escritos. A fe que nues-
tra intención no pudo ser otra que la de expresar un hecho: vieja llamamos a
esa escuela porque en México tiende a ser remplazada por otra tan diversa
que, si bien puede ser considerada como consiguiente histórico de la escuela
revolucionaria, no es ni con mucho su consiguiente cientí co. Vamos a expli-
carnos.
La vieja escuela liberal que ha pasado de moda, como dice el señor Vigil,
o que ha acabado su misión, como valiéndonos de una locución francesa
dijimos nosotros, es la escuela que cree que una sociedad se regenera gra-
cias a dogmas políticos enlazados con dogmas metafísicos; que, sin tener en
cuenta la verdad de los hechos, ni la experiencia, ni las condiciones en que
un pueblo vive, hace leyes facticias que no son el producto de las necesidades
sociales, sino que tienden por medio de proposiciones falsas a reducir a
las sociedades a un modo de ser determinado, lo que es un error cientí co;
es la escuela que cree que el medio de amoldar a los pueblos a esos dogmas es
la violencia, es decir, la revolución, lo cual es un error moral; es la escuela
que cree, con el señor Vigil, que los hombres de 93 establecieron sobre ba-
ses imperecederas derechos olvidados o desconocidos, lo cual es un error
histórico.
Esa escuela, nacida en la agitación y para la agitación, necesitaba de la
elocuencia y de la retórica para provocar las pasiones de una parte de la so-
ciedad, y lanzarla como un ariete formidable sobre la otra; de aquí sus pro-
cedimientos esencialmente literarios y sentimentales, que consisten en reem-
plazar lo que debiera ser una prueba rigurosamente cientí ca por un giro
poético. Por ejemplo: un hombre imparcial observa que cuando todos los
mexicanos sensatos con esan que “difícilmente puede presentarse un pue-

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