Liberales-conservadores

AutorJusto Sierra
Páginas634-635
634
LIBERALES-CONSERVADORES
NO HA habido en nuestro país liberales ni conservadores, sino solamente re-
volucionarios y reaccionarios. Esto se re ere a los partidos, no a los hom-
bres. Al partido revolucionario le ha faltado, para ser liberal, el conocimiento
de que la libertad, considerada como un derecho, no puede realizarse fuera
del desarrollo moral de un pueblo, que es el orden; y a los reaccionarios les
ha faltado, para ser conservadores, hasta el instinto del progreso característi-
co de nuestra época, y fuera del cual el orden es sólo la inmovilidad y la
muerte. En buena parte no ha sido esto culpa de ellos, y es absurdo pedir
a un país que ha nacido y crecido en condiciones tan impropias para la vida
social lo que pueblos mejor dotados piden hoy, no siempre con buen éxito,
a una larga experiencia y a la difusión de la instrucción cientí ca.
Nuestra existencia ha gravitado hacia dos extremos. El sistema colonial
basado sobre el aislamiento es un extremo; es el otro el régimen constitucio-
nal basado sobre este dogma: el individuo es un soberano absoluto. Nos daba
el primero una realidad sin ideal; el segundo nos ofrece un ideal sin realidad;
y éste es un error, porque es preciso preocuparse a un tiempo de la fuerza de
atracción que ejerce y hasta qué punto ellas le permiten acercarse a ese ideal.
Cuando nuestros padres promulgaron la Carta de 1857 se creyeron lla-
mados a ejercer una función antes sacerdotal que política; ha pasado ese
tiempo. Nuevas ideas ganan terreno cada día sobre los antiguos principios
de libertad verbal, y estas ideas son in exibles porque son leyes cientí cas.
Ellas nos enseñan que el individuo y la sociedad son dos grandes realidades
orgánicas que no pueden separarse sino destruyéndolas; estas leyes nos en-
señan que nada se mejora de nitivamente por las revoluciones, porque a
ellas suceden reacciones inevitables, y que el resultado de esta oscilación es
precisamente conseguir un progreso igual al que se hubiera obtenido por la
actividad regular de los medios pací cos; así es que siempre sale sobrando
la sangre derramada y la vitalidad gastada.
¿Qué es, pues, lo que queremos nosotros? Alejar para siempre de la men-
te de nuestro país la idea de que se puede regenerar por la violencia; estudiar
las condiciones en que vivimos, los obstáculos que se oponen a nuestra mar-
cha, con tal deseo de llegar a la verdad, con tan profunda decisión de decirla,
que podamos llegar, aun a riesgo de ser víctimas de la retórica de los necios,
a encontrar cuáles sean nuestras necesidades y tratar de remediar éstas, así
sea necesario pasar sobre un principio en nuestro camino o borrar un ideal
de nuestro cielo.

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