Síntesis jurista-policía-psicólogo/a

AutorDr. José Manuel Rodríguez González
Páginas175-177

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Dr. José Manuel Rodríguez González

Profesor Titular de Evaluación Psicológica en la Facultad de Psicología y de Psicología Jurídica y Forense en la Facultad de Derecho, Grado de Criminología

Ya hace bastantes años desde que Bayés y Munné (1980) afirmasen que la Psicología y el Derecho eran dos ciencias condenadas a entenderse. Si bien podemos considerar que tal afirmación realizada hace ya 37 años resultaba, a la vez, novedosa e implicaba una acertada visión de futuro. Fuera de nuestras fronteras era una realidad ya patente desde hacía casi un siglo.

Cuando en 1893, Hans Gròss publicaba su "Manual del Juez", subtitulado en la primera edición española de 1898 como "para el uso de los Jueces de Instrucción y Municipales, Gobernadores de Provincia, Alcaldes, Escribanos, Oficiales y Subalternos de la Guardia Civil, Agentes de Policía, etc., etc.", dejaba bien claras las carencias en la formación (especialmente de los jueces) a los cuales en ningún momento se les puede exigir unos conocimientos completos sobre las que el mencionado autor denomina "Ciencias Auxiliares"; aunque resultan imprescindibles para llegar a dilucidar la verdad en los hechos.

A fecha de hoy en día, cualquier profesional que trabaje en el sector de la Psicología Forense (y uno de sus exponentes representativos

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es el Dr. Bernat-N. Tiffon) tiene que acabar reconociendo que en realidad nos hallamos ante una terna (que no trío) de ciencias condenadas a entenderse: Jurídicas-Policiales-Psicológicas -el orden obedece al alfabeto-; y no supone prejuzgar su importancia ni infravalorar a otras ramas como la Antropología, Medicina, Psiquiatría, Toxicología, etc.

Ya afirmábamos en otro lugar (Rodríguez-González y Lanzarote, 2011) que a pesar de que nuestra sociedad no es perfecta, ello no impide que los/as ciudadanos/as que la integran, la conciban como poseedora de un elevado nivel de perfección (aún cuando sigan manteniendo a la vez críticas aceradas contra ella). De ahí que, cuando un ciudadano o una ciudadana rompe el status quo existente y comete un delito -especialmente si éste conlleva un marcado impacto mediático-, la primera reacción de sus congéneres es la de pensar que esa persona "debe estar loco/a" por el hecho de haber cometido el citado delito, para acabar lamentando (al cabo de unas semanas o meses) que será posible que se libre de la correspondiente pena por el recurso de sus representantes legales al argumento de ausencia de...

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