De la moral en administración

AutorCharles-Jean Bonnin
Páginas356-357
CAPÍTULO XVI.
DE LA MORAL EN ADMINISTRACIÓN
N
OBASTA QUE EL ADMINISTRADOR
conozca las leyes de cuya aplicación está
encargado, pues esto corresponde más bien a los jueces; él es un hombre
público, y como tal, sus deberes se componen de todo lo que interesa a la
sociedad. En efecto, hay cosas que sin ser el objeto especial de las leyes tie-
nen su poder en las instituciones sociales, en los progresos de las ciencias
y artes usuales. Así es como las costumbres públicas se componen de todo
lo que tiende a las opiniones y su diferencia hace la de los pueblos. Es pues
muy importante que las instituciones formen las costumbres. Además, la
fuerza real de los Estados no consiste en su extensión territorial, sino en
la bondad de sus instituciones.
Encargado el administrador de todo lo que interesa a la conservación
física de los hombres, como de todo lo que pueda dirigir al gobierno en la
distribución de socorros y recompensas, y contribuir a los progresos de
la agricultura, industria y comercio, debe además del conocimiento de las
leyes, tener algunas nociones de higiene pública; pues de allí deduce la
administración los medios preservativos de conservación de los individuos
en general, como la higiene doméstica enseña el modo de conservarse un
individuo particular.Así puede hacerse obligatorio para el administrador
lo que prescribe la higiene pública sobre las aguas, las estaciones, el régi-
men, el género de trabajos y las habitudes; porque cualesquiera que sean
las causas físicas fuera del alcance del hombre, pueden sin embargo corre-
girse los vicios hasta cierto punto. Si no pudiere, por ejemplo,conservar la
serenidad del aire, en cuyo estado es más saludable, y en que las fuerzas
vitales se aumentan, y los vegetales son entonces más sabrosos, podrá al
menos corregir el aire viciado que se respira en los lugares de reunión;
porque al paso que la respiración es necesaria para los seres animados, es
peligrosa cuando por ella se absorben exhalaciones más o menos dañosas.
La atmósfera es un receptáculo inmenso de todas las emanaciones, y los
meteoros eléctricos causan así las epidemias. Debe pues el administrador
tomar medidas sanitarias para que el aire no sea ni demasiado pesado ni
demasiado ligero, y particularmente húmedo, que es tan insalubre y nocivo
a los animales y vegetales.
Debe además examinar las causas de la insalubridad del agua, esa be-
bida tan común y necesaria; cuidar de la apertura y alineación de las
calles, que es muy conducente a la salud; de las plazas, paseos públicos,
colocación de los hospitales en lugares a propósito; de las casas de prisión,
de la distribución interior y elevación de los edificios. Alejar de los lugares
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