Tráfico de drogas: parásito social, plaga antijurídica

AutorGabriel Domínguez Barrios
Páginas47-61

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Gabriel Domínguez Barrios

Introducción ¿Por qué prevención?

“EL RECURSO final del hombre destruido es el delito”. Esta tremenda frase, acuñada por Ugo Foscolo, escritor y poeta italiano, describe con elocuencia el contenido de desesperación que en muchas ocasiones refleja el delito. La mayoría de los delitos son producto del fracaso del Estado, no de la malicia del hombre. En efecto, ante el fracaso que sufre un hombre en su vida, familia, economía, entre otros, y ante el abandono que experimenta por parte de su sociedad y su gobierno, una vez caído en la desesperación y el temor, verá muchas veces como única solución posible la comisión de conductas ilícitas para salir de su situación. Y cuando son muchos los hombres y mujeres que se encuentran en esta situación, la sociedad se ve a sí misma amenazada de muerte por su propia impotencia.

El tráfico de drogas o narcotráfico en nuestro país es uno de los delitos que amenaza nuestra sociedad desde dentro, es un parásito que se alimenta de la misma sociedad, un parásito que desde la segunda mitad del siglo pasado y hasta nuestros días ha provocado luchas internas fratricidas: mexicanos que privan de la vida a sus hermanos mexicanos.

Ha sido tan grande la expansión numérica, económica y armamentista de los capos de las drogas que ya no es sólo una cuestión de seguridad nacional, sino que se ha convertido también en asunto de importancia para naciones vecinas como Estados Unidos y los países latinoamericanos. Podríamos decir, y en algo tendríamos razón, que el narcotráfico en México se está convirtiendo en uno de los factores reales de poder de los que habló el político alemán Ferdinand Lasalle (Lasalle 2004), factores que determinan la actuación de una sociedad.

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Pues el narcotráfico cada vez se inmiscuye más a través de la corrupción en la política de algún estado de la República, cada vez alcanza mayor poder económico, cada vez se hace de más y mejores puntos estratégicos, cada vez corrompe más mexicanos, cada vez cobra mayor número de vidas humanas.

El narcotráfico también se ha convertido en una auténtica plaga antijurídica en nuestro país. La comisión del delito de tráfico de drogas ya no se realiza de manera aislada; por el contrario, constituye ahora una actividad ilícita efectuada sistemáticamente por un grupo numeroso de personas que dedican todos o gran parte de sus recursos y de sus esfuerzos a la consecución de los fines ilícitos propios del narcotráfico. Y conforme estos delincuentes van adquiriendo éxito y poder, los recursos que se vuelven necesarios emplear por parte del Estado para extirpar esta plaga de la sociedad van aumentando preocupantemente, pues esos recursos se dejan de aplicar en otras áreas de crecimiento y desarrollo para el país para aplicarse a la finalidad de impedir su desmoronamiento.

Para eliminar esta plaga antijurídica que se encuentra arraigada en nuestra sociedad se han realizado distintas iniciativas (desde el aumento en la legislación penal de sanciones para el crimen organizado narcotraficante, hasta el combate militar directo contra estos delincuentes en el sexenio pasado), que tristemente no han dado los resultados que se esperaba de ellas. Muchas de las iniciativas han ido en el sentido de atacar el narcotráfico en acto, el actual, es decir, el narcotráfico que está operando actualmente y que por eso tiene tal cantidad de recursos y de redes delictivas que resulta prácticamente imposible asestarle un golpe mortal.

Lo anterior hace ver que el combate que le conviene realizar con más fuerza al Estado, en el que tiene más posibilidades de vencer, es el que va dirigido contra el narcotráfico en potencia, es decir, contra los sectores de la población mexicana que están en alto riesgo de ingresar al narcotráfico, por sus condiciones de pobreza, falta de formación cívica o falta de oportunidades, que los orilla a encontrarse en un estado de necesidad preocupante.

Ciertamente que hay que afrontar el problema del narcotráfico actual, con medidas públicas que tiendan a quitarle fuerza, pero también es cierto que si no se destinan más recursos a la prevención del narcotráfico el problema nunca terminará, porque no se erradicará de raíz.

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En palabras del doctor Agustín Herrera la prevención del delito es “el elemento de mayor importancia para el fortalecimiento de la seguridad pública” (Herrera Pérez, 2002) y se define como “el conjunto de programas, servicios y acciones que tienen por objeto el mejoramiento del entorno social” (Herrera Pérez, 2002). En este sentido la prevención del delito va dirigida a eliminar las causas que tienen por efecto el delito. La prevención del delito no va dirigida a eliminar un delito que se comete actualmente, sino que pretende ante todo eliminar la posibilidad de que se vaya a cometer un delito; en otras palabras, atiende a la causa del delito, no al delito en sí.

“Siempre será de mayor justicia social promover acciones para reducir las causas de los delitos y conductas infractoras, que definir y ejecutar políticas para resarcir sus efectos.” (Herrera Pérez, 2002). Así, parecería que la forma más efectiva de eliminar el narcotráfico no es sólo su combate directo, sino ante todo la implementación de medidas públicas que tiendan a eliminar sus causas.

Las causas del tráfico de drogas

¿Cuáles son las causas del narcotráfico? ¿Qué podemos hacer para evitarlas? Éstas son las preguntas que necesariamente nos tenemos que hacer para saber cómo prevenir este delito, y serán, por tanto, el hilo conductor de toda propuesta de prevención del delito que se formule en este ensayo.

El hecho de que el tráfico de drogas sea un problema tan complejo hace darnos cuenta que son múltiples las causas que lo originan. Las más importantes parecen ser las siguientes:

  1. Deficiente educación: el bajo nivel en la calidad de las escuelas públicas en muchas zonas del país impide a muchas personas el acceso a fuentes de ingreso lícitas que ayuden al sustento de sus familias, genera una ausencia de cultura de la legalidad y de formación ética, lo que le facilita a los narcotraficantes la posibilidad de inculcarle a esas personas la llamada “narco-cultura”.

  2. Pobreza: este elemento también se podría entender como consecuencia de la deficiente educación y del desempleo. Al encontrarse una persona en una situación económica miserable, y ante la imposibilidad de salir de ella a través de un empleo digno y

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    lícito, por su poca o nula educación, resulta relativamente sencillo que entre en un estado de desesperación tal que le mueva a ingresar al crimen organizado por ver en él un camino que le puede dar algún sustento patrimonial a él y a su familia.

  3. Corrupción en las instituciones públicas: este elemento le permite al traficante de drogas el funcionamiento de su empresa ilícita. En palabras del ex fiscal del estado de Florida, Charles Intriago, pronunciadas en el simposio “¿Cómo prevenir el avance del narcotráfico?”: “se debe controlar la corrupción de las instituciones porque el narcotráfico no puede funcionar sin la corrupción”...

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