Banalidad del mal y pulsión de muerte: Apuntes para una aproximación a la génesis y prevención de la desaparición forzada

AutorGuillermo Lavín Álvarez
Páginas119-146

Page 119

Guillermo Lavín Álvarez

A todas esas vidas que en el olvido están, que bajo tierra han quedado o de las que nada sabemos, a todas esas vidas que nos recuerdan quiénes somos nosotros.

He aquí el imperativo del futuro: la trascendencia ha de ser alegría de estar y sobreponerse, alegría antes que trascendencia; pero sobre todo la voluntad de ser: el hombre como esperanza.

Hugo Zemelman, El ángel de la historia.

ESTAMOS A un año con dos meses de haber presenciado el caso más grande de desaparición forzada, Ayotzinapa ha sentado un precedente histórico al momento de desaparecer a 43 estudiantes de manera simultánea. No se está diciendo que antes del 26 de septiembre del 2014 no existieran casos de desaparición forzada, al contrario, México ha atravesado por momentos donde este crimen se ha cometido con frecuencia, como ejemplo podemos mencionar los años de Guerra Sucia; sin embargo, la noche de Ayotzinapa no deja de hacerse escuchar de una manera histórica por la magnitud del caso. Recordemos que al hablar de desaparición forzada estamos hablando de un crimen de lesa humanidad, siendo estos los crímenes más graves que puedan existir, así establecido por el Derecho Internacional. De esta forma al hablar de un crimen de lesa humanidad estamos hablando de los actos de barbarie más ominosos, incluso que puedan ser cometidos por nosotros/as seres humanos, sólo basta recordar que el siglo pasado ha sido, entre otras denominaciones, considerado como el siglo de los genocidios. Estos crímenes entran entonces en una categoría distanciada del resto,

Page 120

y es ahí donde la desaparición forzada hace presencia al ser una de las mayores violaciones a los Derechos Humanos. Pero ¿qué es la desaparición forzada? De acuerdo a la Convención Internacional para la protección de todas las personas contra la desaparición forzada:

Se entenderá por “desaparición forzada” el arresto, la detención, el secuestro o cualquier otra forma de privación de libertad que sean obra de agentes del Estado o por personas o grupos de personas que actúan con la autorización, el apoyo o la aquiescencia del Estado, seguida de la negativa a reconocer dicha privación de libertad o del ocultamiento de la suerte o el paradero de la persona desaparecida, sustrayéndola a la protección de la ley.1

Ésta será la definición con la cual nos quedaremos al ser estas convenciones instrumentos internacionales en materia de derechos humanos, palabra que existe en el papel pero muchas veces pareciera que ahí queda ya que las realidades sociales son muy distintas, es decir, “el deber ser” continúa quedando muy alejado del “ser”. México se dice ser un país que respeta los derechos humanos y muchas veces podemos encontrar esta línea de pensamiento en nuestra clase política, sin embargo, tenemos que anunciar desde este momento que podemos ver esta afirmación como algo contrario y aseverar que en México se vive una crisis de derechos humanos. Esto no quiere decir que no se hayan dado pasos en la dirección correcta, pero estos son aún insuficientes, nos vemos atravesados por una violencia de diversas índoles, tal como se puede pensar con Johan Galtung y su teoría sobre la violencia,2 la cual nos arroja a un terreno en donde tenemos que admitir que existe más de una forma. Al pensar la violencia en diversas vías nos abre un panorama para poder interrogar sus distintas manifestaciones. Siguiendo la línea de pensamiento instaurada por Galtung, arribamos a un puerto en el cual se ve a la violencia desde tres ejes: una violencia física o directa —esta sería la única forma visible y es con la cual

Page 121

más familiarizados estamos—, violencia estructural y violencia cultural. Detengámonos un momento en estas últimas dos formas que se encuentran en un plano no visible, e incluso podríamos decir más sutiles, pero no por ello menos salvajes y destructivas. Al decir violencia estructural estamos hablando de una violencia que encuentra lugar en la pobreza, en la desigualdad social, en la marginación y en la exclusión por mencionar algunas de las manifestaciones. El escenario mexicano es uno donde la pobreza y la desigualdad social están a lor de piel; por un lado tenemos una clase dominante y rica, y por el otro miseria completa. Quedando como uno de los peligros más presentes el naturalizar estas formas de violencia, cosa que se ha ido dando de una manera constante y que se da desde el orden del discurso, es decir, desde cómo una forma de discurso puede establecer realidades sociales. Esta naturalización de la violencia funciona de manera incluso perversa, es decir, vivir en un país donde tengamos mundos tan distintos con el hecho de cruzar de una colonia a otra, sin que siquiera nos paremos a preguntar ¿por qué esta diferencia estructural tan grande?; y de la misma manera, ¿no es sorprendente sentirnos habituados a las planas en los periódicos tan impactantes que nos van acompañando en nuestros trayectos? ¿No es impresionante ver estos hechos como un número más? ¿No es paradójico aceptar que pueda existir tanta desigualdad social y sentirnos ya acostumbrados a estos panoramas? Ayotzinapa no sólo sentó precedente, sino que logró hacer más visible algo que lleva ocurriendo en nuestro país desde muchos años, sin embargo, las desapariciones que han sacudido al país se han visto elevadas con el transcurso del sexenio pasado y el sexenio en curso.3 Siendo así las cosas, esta violencia estructural ha encontrado un campo muy fértil en México y sus múltiples discursos para la perpetuación de ésta.

Queda así el último eje de violencia que sería la cultural. Ésta la podremos también definir de alguna manera como ideológica, y el campo donde más pasa es el de la palabra, un ejemplo de esta violencia

Page 122

serían todos los discursos que discriminan o posibilitan la existencia de racismo; en nuestra lengua tenemos introyectados discursos que son sumamente violentos pero no los consideramos de esta forma por pertenecer a nuestra cultura, e incluso muchas veces alabamos estos discursos que posibilitan la instauración de la violencia y su normalización; ¿no lo hacemos así cada vez que se entona nuestro himno nacional, que es excesivamente bélico? Estos ejes de violencia en su modalidad de visible e invisible nos funcionan para iniciar una línea de pensamiento sobre la posible génesis de la desaparición forzada; ante esto afirmamos que no se puede generalizar un tema ni aseverar algo como una verdad absoluta y es esta la razón de por qué le damos el nombre de aproximación, siendo sólo una de las muchas posibles. Dicho esto, nos introduciremos a un campo bastante ominoso ya que la situación actual del país que habitamos no parece ir mejorando, aun cuando en discursos mediáticos y políticos se afirma que la violencia ha ido bajando.

Una posible génesis

Hablar de desaparición forzada es adentrarnos en el terreno de lo ominoso del ser humano, es pisar con fuerza un lugar en donde encontramos muerte, víctimas,4 dolor y sufrimiento. Nos topamos con lo más siniestro de nuestras sociedades, con una forma de destrucción la cual muchas veces encuentra apoyo en discursos que legitiman estas prácticas.

Quedando los primeros esbozos trazados ¿por dónde continuar? Lo haremos desde el aspecto social para poder ir entrelazando los discursos. El siempre elocuente jurista y criminólogo Eugenio Raúl Zaffaroni nos apunta a visualizar nuestra realidad mexicana como una en la cual se ha estado cometiendo un genocidio por goteo. ¿A qué nos referimos con esto? Para Zaffaroni un genocidio no se tiene que dar en una sola modalidad de tiempo y espacio, es decir, puede existir este acto de masacres humanas en un muy largo tiempo. El también ministro

Page 123

argentino afirma que el caso de México es uno donde se ha cometido este tipo de genocidio a lo largo de 10 años; debido a esto se le da el nombre de goteo, esto hace que estas masacres se vayan llevando de una forma lenta, precisa pero constante, como el caer de una gota. Estas víctimas son entonces llamadas “muertes anunciadas”; en nuestro pensamiento y en la legitimación de ciertos discursos, estas muertes no sólo son anunciadas sino también “aceptadas”. Esto lo podemos ver con la cuestión carcelaria, donde se sabe o se considera que la prisión no sólo es una institución total, la cual lejos de cumplir su objetivo “declarado” de lograr una reinserción social, es al contrario un lugar en donde existen numerosas violaciones a los derechos humanos. La tasa de mortandad se eleva, sin embargo dentro de nuestra forma discursiva tan violenta que tenemos, hemos ido introyectando cada vez más una cultura de la venganza y no de la justicia. “La justicia pone su mirada en la víctima, en el daño objetivo que se le ha hecho, planteándose la reparación del daño. La venganza, por el contrario, tiene en el punto de mira al verdugo y lo que busca es hacérselas pasar a él tan mal como él se lo ha hecho pasar a la víctima”.5 Esta búsqueda de venganza ha instaurado en nosotros una visión que, si atendemos a nuestros discursos, veremos que se encuentra en el lado de lo moral y no de una objetividad; esto no queda ahí, sino que da pie a que se puedan crear visiones que permitan que se den estas “muertes anunciadas”, ya que terminan siendo personas que desde el discurso “son malas”, “nadie los quiere”, “revoltosos”, etc. Con esto damos un primer paso a la génesis de la desaparición forzada, es decir, ¿qué tan aprehendidas son estas vidas? A Judith Butler le es muy importante hacer una distinción entre aprehender y reconocer una vida.6 Podemos aprehender una vida pero esta aprehensión no quiere decir que la estemos reconociendo, eso viene después. Es imperativo tener...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR