Resumen

AutorGeorge Douglas Howard Cole
Cargo del AutorTeórico político inglés y un socialista crítico
Páginas341-356
RESUMEN
No es más fácil hoy que hace cien años emplear las palabras
socialismo y socialista con una significación precisa. Los rusos han
definido con frecuencia el sistema bajo el cual viven ahora los
pueblos soviéticos como “socialismo” en proceso de desarrollo hacia
el “comunismo”, forma social superior. El Partido Laborista británico
dice que el “socialismo” es su objetivo, pero no piensa que en seis
años de gobierno laborista se haya avanzado más que una parte del
camino que conduce a su establecimiento. En Francia existe todavía
un partido importante: los “radicales-socialistas” o “socialistas-
radicales”, que son muy contrarios al Partido Socialista Francés, el
cual a su vez es muy hostil al comunismo. Hitler llamó a su partido
en Alemania “nacionalsocialista”. En cuanto al comunismo, aunque
la palabra ahora se la han apropiado casi por completo los
partidarios de Lenin y Stalin, los partidos llamados “comunistas” no
tienen adversarios más acres que los anarco-comunistas, que
siguen a Kropotkin y detestan al Estado no menos cuando propende
a la dictadura del proletariado que cuando es dominado por las
antiguas clases dirigentes. Muchos de los partidos socialistas de
fines del siglo XIX se llamaban a sí mismos “socialdemócratas”, y
partidos que antes se hubiesen llamado “socialistas cristianos”
ahora son “socialcristianos” o “democratacristianos”. Todas las
palabras siguen pasando de un significado a otro y es inútil tratar de
evitarlo.
Sin embargo, las palabras significan algo y lo significaron hace
ya un siglo. Las teorías que se han examinado en este volumen
tienen algo en común: todas tienen como punto de partida el
reconocimiento de la importancia capital del “problema social” y la
creencia de que el hombre debe tratar este problema mediante
alguna acción colectiva. Todas son hostiles al laissez faire, a la
concepción de una ley natural que, en ausencia de una intervención
humana colectiva en su cumplimiento, de un modo u otro dará buen
resultado, cualquiera que sea la manera en que se defina el bien.
Todas se basan en una creencia en las virtudes de la colaboración y
en contra de la competencia, o en la planificación en contra de lo
que sus adversarios llaman “empresa libre”. Todas exigen de los
hombres una actitud y una conducta de mayor cooperación que las
que son peculiares de la sociedad capitalista, o, mejor aún, que las
que eran peculiares hace un siglo. El factor común más manifiesto
en todos los “socialismos” descritos en este volumen es la censura
del espíritu de competencia tal como se manifiesta en la industria
capitalista y de sus consecuencias en el malestar y la opresión del
ser humano.
Esta actitud, en los puntos principales, la comparten incluso los
pensadores en los que se combina un profundo interés por el
“problema social” con opiniones políticas reaccionarias. En realidad,
la insistencia en la acción colectiva para resolver el “problema
social” es más fácil para quienes creen en el Estado, no como
expresión de una voluntad democrática, sino como el instrumento de
orden y de disciplina sobre el pueblo. Los conservadores
reaccionarios de la primera mitad del siglo XIX no sentían hostilidad
hacia la acción económica del Estado, como la sentían los
representantes de los burgueses. No creían en lo que Adam Smith
llamaba “la mano invisible” (hidden hand) ni esperaban alcanzar su
objetivo dejando que las cosas marchasen por solas.
Desconfiaban de la clase media en ascenso tanto como de los
obreros o aún más. Querían someter la industria a normas,
temiendo que, de no hacerlo, sus dirigentes se desmandarían y
empezarían a destruir el sistema de privilegio aristocrático, como
había sucedido en Francia en 1789 y otra vez en 1830. Además,
donde estaban influidos por el hegelianismo se reforzaba la idea de
que el Estado debiera tener la autoridad decisiva en todos los
terrenos. El socialismo “feudal”, acerca del que escribió Marx en el
Manifiesto comunista, era un fenómeno completamente natural, ya

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