El partidismo

AutorAlejandro Moreno
Páginas49-88
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Uno de los rasgos más notables e importantes del sistema mexicano de
partidos es el hecho de que la mayoría de los electores se identifica con al-
guno de los tres principales institutos políticos. De 1996 a 2007, por lo me-
nos dos tercios de los mexicanos se consideraban a sí mismos como panis-
tas, priístas o perredistas. El sentido de partidismo es tan arraigado que una
cuarta parte del total de los electores se identifica mucho con su respectivo
partido político, lo cual significa que uno de cada cuatro electores es un par-
tidista fuerte. El tercio restante del electorado es apartidista o independiente,
es decir, que no tiene un sentido de adhesión con ninguno de los partidos.
Este grupo incluye una pequeña proporción, de entre 4 por ciento y 5 por
ciento, de apolíticos, quienes simplemente no tienen ninguna opinión o pos-
tura respecto a los partidos y que es muy probable se mantengan al margen
de cualquier tema o asunto que tenga que ver con la política.
En México, el sentido de identificación partidista es una fuerte influencia
en el voto, pero también en otras actitudes y opiniones políticas. Por ello, su
estudio y entendimiento es una tarea obligada en un libro como éste, en el
que se pretende explicar la conducta del votante. En este capítulo se docu-
mentan algunas de las formas en que el partidismo influye o se relaciona
con las percepciones y opiniones que el individuo tiene acerca de la política
y en cómo se comporta en esa arena. La escuela de Michigan, descrita en el
capítulo anterior, concibe a la identificación partidista como uno de los fac-
tores de largo plazo más importantes en la conducta individual del elector.
Además de analizar esta dimensión micro de identificación política, en
este capítulo también se documenta el cambio en la distribución agregada
de partidismo, es decir, la evolución del macropartidismo en los últimos
años. E l conjunto de la s mediciones relativas al f enómeno constituye
uno de los retratos dinámicos más nítidos del sistema de partidos desde
Capítulo II
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Alejandro Moreno
finales de los ochenta. Al igual que los resultados de las elecciones, la me-
dición del macropartidismo indica cuál es el balance de fuerzas políticas en
el país, pero el registro continuo de éste, revela en periodos no electorales,
permite además saber la naturaleza del apoyo estable con el que cuenta
cada uno de los partidos políticos. Dado que las medidas del partidismo
individual y del macropartidismo a un nivel agregado se derivan de las en-
cuestas, esto hace posible saber cuál es el perfil del apoyo partidista estable.
Esto es importante porque los partidos buscan tener un apoyo sostenido en
el tiempo, y la identificación partidista es un excelente indicador acerca de
la estabilidad o la volatilidad del sistema de partidos en México.
Como cabría esperar en una democracia nueva o emergente, el sistema
mexicano de partidos ha cambiado rápidamente durante las dos últimas
décadas. El desarrollo de los sentimientos partidarios de los mexicanos se
ha dado a la par de la rápida evolución de la competencia política. De 1986
a 2007, las adhesiones al PRI se redujeron cíclica pero consistentemente,
mientras que las adhesiones al PAN aumentaron en parte como resultado
del acceso de ese partido al poder. Las orientaciones afines al PRD tienen
componentes ideológicos importantes, pero también son altamente sensi-
bles a los liderazgos. Además de estos factores políticos, las variaciones en
el partidismo agregado en México se explican por la incorporación de los
electores jóvenes a la arena político-electoral, así como por la conversión de
los electores maduros, quienes han ajustado sus puntos de vista y actitudes
a la nueva realidad política. A estos dos últimos fenómenos se les denomi-
nan como de remplazo y de conversión, respectivamente.
Los registros del macropartidismo en México, los cuales se muestran
más adelante, reflejan el paso de un sistema de partido hegemónico a un
sistema multipartidista. En este último, los tres principales institutos par-
tidos políticos han obtenido (solos o en alianza con otros menores) alre-
dedor de 90 por ciento de los votos en las cinco elecciones legislativas que
tuvieron lugar entre 1994 y 2006, y por lo menos 95 por ciento de los su-
fragios para presidente en 1994, 2000 y 2006. La tendencia general en la
evolución del macropartidismo, como se describirá en este capítulo, es 1)
un proceso de desalineación con el PRI evidenciado por el declive de las
afiliaciones de los mexicanos a ese partido político; 2) un crecimiento de
las afiliaciones al PAN, con puntos críticos de ascenso marcados por los
triunfos electorales de 2000 y 2006, y 3) un aumento de las identificacio-
nes con el PRD que parece responder a liderazgos como el de Cuauhtémoc
Cárdenas en 1989 (año de la fundación del partido, tras su candidatura
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presidencial del año anterior) y 1997 (cuando ganó la primera elección
para jefe de Gobierno del Distrito Federal), o como el de Andrés Manuel
López Obrador entre 2003 y 2006 (periodo que incluye la segunda mitad
de su gobierno en el Distrito Federal, el proceso de desafuero al que es-
tuvo sujeto y su candidatura presidencial).
Estas facetas del macropartidismo mexicano sugieren por lo menos
tres mecanismos complementarios a los procesos de socialización y de
remplazo generacional establecidos por el modelo de Michigan para expli-
car el desarrollo de las identificaciones partidarias. El primero es un pro-
ceso de desalineación por descomposición del sistema de partido único,
como el priísta. El segundo es una extensión del primero y se refiere al
acceso de un partido de oposición al poder. Dicho acceso expande ciertas
posiciones ventajosas como el control administrativo, un acceso privilegia-
do a los medios de comunicación, un manejo preponderante de la agenda
política y el control directo de patronage (Mair, Muller y Plasser, 2004: 7).
Finalmente, la evolución del macropartidismo mexicano refleja también la
sensibilidad al liderazgo político. Los líderes y las situaciones histórico-po-
líticas particulares pueden efectivamente influir en los sentimientos parti-
darios. En Estados Unidos, por ejemplo, se ha observado que “el entusias-
mo de corto plazo por un Lyndon Johnson, un desencanto demócrata por
George McGovern y la angustia republicana con Watergate son claramente
reflejadas en cambios abruptos” del partidismo estadounidense (Miller,
1991: 559). Como se apuntó en otro lado,
en México los eventos políticos y las figuras de liderazgo también pueden
generar cambios de corto plazo en el balance partidario. [...] Esto sugiere
que el liderazgo político tiene una influencia en los patrones de identidad
política de los mexicanos. Sin embargo, fluctuaciones en el corto plazo difí-
cilmente son señales de un proceso de desalineación o realineación soste-
nida (Moreno y Méndez, 2007: 51).
Pero, antes de profundizar más en esta discusión, es conveniente ha-
cer un breve repaso del concepto que atañe a este capítulo.
CONCEPTO Y MEDICIÓN DE LA IDENTIFICACIÓN PARTIDISTA
Pocos conceptos han sido tan centrales y tan comúnmente utilizados para
entender las elecciones y los sistemas de partidos, en general, así como

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