Ideología y competencia política

AutorAlejandro Moreno
Páginas157-201
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Desde hace décadas, las dinámicas de la competencia electoral en las de-
mocracias han sido entendidas, en buena medida, en función de un conti-
nuo de izquierda-derecha. A mediados del siglo XX, Seymour Martin Lipset
(1959/1981) escribió extensamente acerca de la diferencia entre los parti-
dos de izquierda y los de derecha, mientras que Anthony Downs (1957)
sentaría las bases de buena parte del análisis electoral actual, con la idea
de que los partidos políticos y los votantes pueden localizarse en una di-
mensión ideológica, por lo que, al saber la distribución de estos últimos en
dicha dimensión, pueden entenderse las estrategias de los partidos y la
naturaleza de su apoyo. Así pues, la ciencia política, en su intento por com-
prender los vínculos entre votantes y partidos, se ha basado en la noción
de “dimensiones de competencia”. Éstas pueden reflejar divisiones en la
estructura social, en las orientaciones valorativas o en sistemas de creen-
cias encontrados con respecto a lo que debe ser la sociedad, la economía
y la política, y el continuo izquierda-derecha ha sido una herramienta ana-
lítica muy útil para representarlas. Su poder explicativo en el voto ha sido
tal, que en la reciente edición de El votante europeo (Thomassen, 2005) se
reconoce que “las orientaciones de izquierda y derecha de los ciudadanos
constituyen normalmente uno de los factores que determinan las decisio-
nes de los votantes europeos en las urnas” (Van der Eijk, Schmitt y Binder,
2005: 167).
En México, la noción de “izquierdas” y “derechas” no ha sido ajena al
debate político. La influencia de las posturas ideológicas en el voto individual
ya se había explorado desde las elecciones de 1988 y 1991 (ver Domínguez
y McCann, 1995) y se documentó durante los años noventa (Moreno, 1999b).
Sin embargo, los significados de izquierda y derecha reflejaban, más que el
típico conflicto entre clases sociales o entre capitalismo y socialismo, la pug-
Capítulo V
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Alejandro Moreno
na por la democracia, la alternancia y el cambio político. La elección presi-
dencial de 2000 terminó de apuntalar a la izquierda como prodemocrática y
antipriísta, y a la derecha como autoritaria y favorable al sistema de partido
dominante. Sin embargo, las apelaciones a izquierdas y derechas fueron
pocas en el discurso político. La correspondencia entre postura y temática
se observaba más a nivel de los ciudadanos. Los votantes solían atribuir las
posturas de derecha a todo lo que fuera gobierno, y las de izquierda a todo
lo que se opusiera a éste, definiendo un eje gobierno-oposición que tuvo su
más fuerte manifestación en el voto de 2000.
La elección presidencial de 2006, en cambio, sí se enmarcó más clara-
mente como una competencia entre la izquierda y la derecha. López Obra-
dor fue particularmente diáfano al referirse a su candidatura y a su proyec-
to de gobierno como una izquierda auténtica, y en señalar a su principal
oponente como el representante de la derecha conservadora. Varios meses
antes de la elección ya se había vislumbrado claramente esa polaridad
entre los electores, como lo refleja el siguiente texto publicado en marzo de
2006 y basado en una encuesta de valores realizada en noviembre de 2005,
casi ocho meses antes de la elección:
La contienda presidencial exhibe tres opciones políticas, las cuales se divi-
den, por lo menos, en 90 por ciento de las intenciones de voto. Sin embar-
go, dos de ellas disputan más intensamente la posición puntera y, además,
tienen prácticamente dividido al electorado en polos ideológicos: López
Obrador domina en la izquierda, mientras que Felipe Calderón aventaja en
la derecha.
Esta composición bipolar, dominada por el Partido de la Revolución Demo-
crática (PRD) y el Partido Acción Nacional (PAN), no tiene precedentes en las
elecciones federales. Nunca antes se había observado una elección a nivel
nacional en donde el PRI no figurara como primera o segunda fuerza polí-
tico-electoral. Además, la división ideológica en la era de competitividad
electoral que se abrió con la elección de 1988 se había entendido, en todo
caso, bajo una óptica política, como una confrontación entre el PRI y la
oposición. En un influyente artículo publicado e n 1995, los politólogo s
Jorge Domínguez y James McCann sostenían que la decisión individual de
voto de los mexicanos consideraba, en primera instancia, si votar o no por
el PRI, dejando en un segundo término la decisión de votar por algún otro
partido. Las circ unstancias actuales llaman claramente a reevaluar ese
modelo. Para el nuevo votante mexicano, la principal dimensión de compe-
tencia entre los partidos, y que fue central hasta las elecciones presiden-
ciales de 2000, ya no es de orden político. Los tiempos en que el fin primor-
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dial del voto era el statu quo priísta vs. la alternancia han quedado atrás.
Hoy en día, los contenidos de la izquierda y la derecha apelan más a los
valores sociales liberales y conservadores, y a las preferencias de redistri-
bución económica estatista y de mercado (Moreno, 2006b: 54-55).
En este capítulo se revisa la relación que hay entre las orientaciones de
izquierda y derecha y las preferencias electorales. El propósito principal es
mostrar que, si efectivamente el continuo izquierda-derecha es portador de
los principales significados del conflicto político-electoral, entonces un de-
bido entendimiento de éste y de sus dinámicas nos permitirá delinear con
la mayor claridad posible la naturaleza de las coaliciones de electores en el
país. Además, es necesario examinar cómo se han venido transformando
dichas orientaciones ideológicas, tanto desde el punto de vista del equili-
brio de posturas de izquierda y de derecha, es decir, su distribución en el
electorado, como desde la perspectiva de sus significados. En general, las
dimensiones subyacentes, pero predominantes, del contenido ideológico
de izquierda y derecha son muy relevantes para entender la competencia
electoral en el país.
IDEOLOGÍA Y VOTO
La elección presidencial de 2006 parece haber sido mucho más ideológica
que la de 2000, pues la movilización de las predisposiciones de izquierda
y derecha fue más notoria, además de que el peso relativo de esas predis-
posiciones en la decisión individual de voto fue más fuerte (como se verá
en el capítulo VII). En 2000, Vicente Fox atrajo más votos del electorado de
izquierda y centro-izquierda que el propio Cuauhtémoc Cárdenas, los cua-
les sumó a su coalición natural de centro y centro-derecha, pero el panis-
ta perdió el voto de la derecha ante el candidato del PRI, Francisco Labas-
tida (Moreno, 2006a). ¿Por qué el PAN, si normalmente se percibía como
un partido de derecha, logró ganar su primera elección presidencial con un
fuerte apoyo de la izquierda? La respuesta simple y corta es que el elec-
torado de izquierda era, primero que nada, antipriísta, y Fox representaba
la opción más probable para derrotar al PRI. Esto significa que la alternan-
cia, como un fin, desempeñaba un papel más importante en la lógica del
votante que las diferencias ideológicas y programáticas. Las investigacio-
nes que detectaron que los típicos contenidos ideológicos de capitalismo

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