Identidades políticas

AutorAlejandro Moreno
Páginas89-118
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Las orientaciones afectivas hacia un partido político suelen reflejar las ca-
racterísticas y experiencias de los electores antes de su entrada a la arena
político-electoral y durante su vida en ésta. De acuerdo con Miller y Shanks
(1996: 120), “la identificación partidista es un concepto derivado de la teo-
ría de referencia y grupos pequeños, que sostiene que la imagen que un
individuo tiene de sí mismo puede incluir un sentimiento de identidad con
un grupo secundario, como un partido político”. Dicho sentimiento de
identidad política tiende a estar vinculado con ciertas características socia-
les y contextuales.
Con base en la evidencia mostrada en el capítulo anterior, sabemos
que el partidismo es un rasgo importante del electorado mexicano y que
influye en otras actitudes y en la conducta política; pero, ¿hay diferencias
sociales entre los priístas, los panistas y los perredistas? ¿O acaso esas
etiquetas partidarias reflejan solamente identidades políticas pero no so-
ciales? Más aún, ¿qué cambios ha habido en las bases sociales de los gru-
pos partidistas? ¿Son dichos cambios un reflejo de realineación partidaria?
El principal propósito de este capítulo es proveer algunas respuestas a
estas preguntas, de manera que pueda comprenderse aún más el proceso
de transformación del sistema de partidos con base en el anclaje social de
los partidismos predominantes que hay en el país.
De manera general, los determinantes del partidismo se pueden englo-
bar en tres dimensiones: la primera es qué causa una identificación parti-
dista en el individuo; la segunda, qué aspectos de identidad social y políti-
ca están asociados con el partidismo, y la tercera, cuál es la causa de los
cambios individuales y agregados en el partidismo. La primera dimensión
es la más difícil de establecer, ya que se refiere a la definición de las causas
primarias de esta identidad sociopolítica, por lo que haremos un recuento
Capítulo III
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Alejandro Moreno
teórico para esclarecerla. La segunda dimensión del partidismo refleja el
contexto social de la identidad política, y es la que nos atañe en este capí-
tulo. La tercera, referente a los cambios en la identidad partidaria, es el
objeto del capítulo siguiente.
SOCIALIZACIÓN Y PARTIDISMO
La explicación clásica acerca de los orígenes y el desarrollo del partidismo
en el individuo se basa en la teoría de la socialización. Ésta establece que
las identificaciones partidarias se adquieren por medio del aprendizaje en
el entorno social y familiar del individuo. Durante años, una de las analo-
gías predilectas de los teóricos de la escuela de Michigan ha sido la ya
mencionada comparación de la identificación partidista con la religión.
Al igual que la afinidad religiosa, la afinidad partidista por lo general se
origina en la familia, en donde se establece durante la temprana socializa-
ción dentro de las normas familiares. Además de tener una experiencia
primaria de grupo, el niño en proceso de maduración desarrolla un claro
sentido de pertenencia a un grupo más grande de adherentes o correligio-
narios. El sentido del yo en el contexto religioso está claramente estableci-
do por el sentido de “nosotros somos católicos romanos”, “yo soy judío’;
en política, “nosotros somos demócratas”, “yo soy un republicano” (Miller
y Shanks, 1996: 120).
En el ámbito estadounidense en el que fue concebida, a la identifica-
ción partidista se le atribuye un papel similar al de la identificación religio-
sa, la cual le da al individuo un sentido de adhesión de grupo y de contex-
tualización social del yo. Tanto la afiliación religiosa como la identidad
política proveen un sentido de referencia social que le permite a la persona
contestarse preguntas del carácter de “¿quién soy?, ¿quién eres tú? ¿en
qué creemos?” (Miller y Shanks, 1996: 122).
Aunque el tema de la socialización política en México tuvo estudios de
gran relevancia en los años setenta (Segovia, 1975), los dedicados a la so-
cialización durante el reciente periodo de creciente competencia electoral
son muy escasos. Sin embargo, la poca evidencia disponible indica que sí
hay cierto grado de transmisión o aprendizaje de las orientaciones partida-
rias en la familia. El análisis de una encuesta a padres y a sus hijos de
entre nueve y 16 años de edad realizada en escala nacional en abril del año

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