Madero, el inmaculado

AutorIsidro Fabela
Páginas25-33
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Mientras más avanza el tiempo, y se conocen y aquilat an mejor la vida y
la obra de don Francisco I. Madero, más comprendemos sus altos mere-
cimientos y lo mucho que la pat ria le debe. Le debe, sobre todo, su desper-
tar polít ico.
Para justiprecia r los nobles ideales y el elevado valor cívico del apóstol,
es preciso situarse en la época y el medio en que inició su campa ña polí-
tica: cuando Porfirio Díaz había adquirido como gobernante el poder
dictatorial más absoluto. Él representaba al Poder Ejecutivo, al Legislativo
y al Judicial; porque, como dijera el incisivo Luis Cabrera, la Suprema
Corte de justicia era u na “cortesana” que obedecía sus consignas. Él man-
daba a los gobernadores de los estados, quienes obedecían sus órdenes,
lo mismo que, directa o indirectamente, a los prefectos políticos y presi-
dentes municipa les de la República.
*
“Los espíritus más justos y eminentes se asombrarán u n día, hasta el
éxtasis, de la idea l perfección de Madero”, dice Pierre Lamique, u n francés
de fino espíritu que conoció íntimamente al osado pa ladín.1 Y es certero
su juicio. Madero entrañaba en su persona el mayor númer o de virtudes
humanas. Era probo de la más excelsa pulcritud. Adquirió riquezas de
cuantía con su propio trabajo... y murió pobre.
1Madero, por Cráter (Pierre Lamique).
Madero, el inmaculado
Isidro Fabela

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