Madero

AutorGilberto Bosques
Páginas99-101
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El marc o histórico de Madero es el pueblo, la colect ividad, l a masa. El
examen corr ecto del estado socia l, económico y psicológico del fondo
humano en 1910, nos dará la expl icación de una person alidad juz gada
hasta hoy desde áng ulos diversos, algunos de el los sin más contenido que
el episodio, el accidente, la actit ud aislada, l a frase autónoma, el gesto.
Madero no tiene las d imensiones de un héroe. No apa reció en la esce-
na de la vida pa ra forzar el desti no de su nación con los resortes sobera-
nos de su voluntad o para muda r las cosas con el g iro de su inspir ación.
La épica del maderismo corr esponde a la “actitud vital de un pueblo” —que
dijera Frobeniu s—, no a la tensión imp erativa de una m ano cesár ea.
Madero tenía l a mental idad opuesta a la típica del caudi llo. Fue ant i-
milit arista. Humano. Plura l en la cima del promontorio de su tiempo. Para
el peligro, no t uvo la ferocidad eléctr ica de los grandes c apitanes, sino la
luminosidad v ertica l de la verdad concluida , fatal, serena, en síntesis. F ue
modesto, rectil íneo, sin complicaciones n i reservas ac echantes. Caba l.
Probo. Soñador. No fue un héroe de Carlyle; pero a lcanzó y exaltó el múl-
tiple heroísmo del deber. Su virtud auda z cruzó si n velos un túnel de pu-
ñales y result ó ingenuo y humi lde instru mento para el juego f ullero de la
política. T uvo la fe espléndida que resiste to dos los vértigos de la duda;
pero no la fe orgul losa en sí mismo, sino la fe en la asc ensión histórica de
su pueblo. La resultante espi ritua l, moral, afi rmat iva, de Madero, es toda
la respuesta que las masas opr imidas quer ían dar a l a corrupción de la
Madero
Gilberto Bosques

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