La Iglesia durante la crisis de los proyectos de nación

AutorMarta Eugenia García Ugarte
Páginas265-346
187
El general Mariano Paredes y Arrillaga se pronunció en Guadalajara el 8 de
agosto de 1841 con el apoyo de lo más granado del ejército y de la élite produc-
tiva. L as adhesiones se dieron en torrentes. El general Arista se sumó a los
pronunciados,460 lo mismo hizo Gabriel Valencia en México y Santa Anna en
Veracruz. Valencia y Santa Anna, junto con el general Paredes y Arrillaga eran
los dirigentes del levantamiento.461 En el Sur, el general Juan Álvarez se levantó
en Acapulco y Nicolás Bravo, en Chilpancingo, también sumado a los rebeldes,
puso diversas excusas para no acudir al llamado del general Juan Nepomuceno
Almonte, Ministro de Guerra y Marina del presidente Bustamante.462
Para contrarrestar la revolución de Jalisco, como fue conocida, el presidente
Bustamente pidió al Congreso facultades extraordinarias.463 La situación se
complicó cuando, el 31 de agosto, la guarnición militar de la ciudad de México
se adhirió al pronunciamiento. El gobierno no pudo enfrentar la escalada mili-
tar que, una vez en posesión de la ciudad de México, proclamó las Bases de Ta-
cubaya el 28 de septiembre de 1841. Las bases autorizaban al jefe del Ejército,
460 El general Arista había recibido la orden de marchar de inmediato y cercar a Paredes y
Arrillaga por la retaguardia.
461 Carta sin firma, para evitar las represalias si era confiscada, al general Mariano Paredes,
desde México, el 14 de agosto de 1841. En Docum entos inéditos o muy raros para la Hi storia
de México publicados por Genaro García, tomo XXXII, El general Paredes y Arrillaga, su gobier no
en Jalisco , sus movimientos revolucionarios, sus relaciones con el general Santa Anna, etc. etc. según
su propio archivo, México, librería de la Vda. de Cn. Bour et, Avenida del 5 de mayo 45, 1910,
pp. 25-28.
462 Celia Noriega Elío, El constituyentes de 1842, México, Universidad Nacional Autónoma de
México, 1986, p. 32.
463 Carta sin firma, para evitar las represalias si era confiscada, al general Mariano Paredes,
desde México, el 14 de agosto de 1841. En Docum entos inéditos o muy raros para la Hi storia
de México publicados por Genaro García, tomo XXXII, El general Paredes y Arrillaga, su gobier no
en Jalisco , sus movimientos revolucionarios, sus relaciones con el general Santa Anna, etc. etc. según
su propio archivo, México, librería de la Vda. de Cn. Bour et, Avenida del 5 de mayo 45, 1910,
pp. 24-28.
CAPÍ TULO I II
La Iglesia durante la crisis de los proyectos de nación
188 ––––– MARTA EUGENIA GARCÍA UGARTE
el general Santa Anna, a nombrar una junta de representantes, que sería pre-
sidida por el general José María Tornel, para elegir un presidente provisional
y convocar a un congreso constituyente. La junta de representantes nombró
como presidente interino a Santa Anna, quien se presentó en la catedral, acom-
pañado de su séquito militar, el 10 de octubre de 1841, para la celebración
del Te Deum.
Mientras se reunía el Congreso Constituyente y se publicaba la Constitu-
ción, Santa Anna, como presidente provisional, y Nicolás Bravo, como susti-
tuto, gobernaron bajo una dictadura condicional, tal y como era llamada en las
Bases de Tacubaya. La dictadura condicional y las facultades discrecionales del
presidente concluyeron con la sanción de las Bases Orgánicas en 1843.
Durante la dictadura condicional las relaciones con la Iglesia fueron tensas
aun cuando no se publicó ningún decreto atentatorio. No obstante, el carácter
liberal de los diputados que se iba imponiendo en las elecciones hacía temer al
clero medidas similares a la reforma de 1833 de Gómez Farías. Por eso con-
tribuyeron a la formulación de las Bases Orgánicas y se dispusieron a colaborar
en las juntas departamentales y en el congreso de la unión. El clero hizo todo
lo que pudo por conservar ese orden que le era más cercano y familiar aun
cuando supo que sería objeto de las constantes demandas de créditos volunta-
rios y forzosos por el lamentable estado de la hacienda pública. Incluso, el
obispo Portugal siempre alerta para defender la jurisdicción de los pastores, la
libertad de la Iglesia y su autonomía frente al Estado, previno a la sociedad
católica del riesgo que había si el gobierno se inmiscuía, como lo hizo por el
decreto del 22 de septiembre de 1843, en los asuntos internos de la Iglesia.
Fue tan solo un llamado de alerta que no impidió la participación del preben-
dado Pelagio Antonio Labastida y Dávalos en la Asamblea Departamental de
Michoacán ni la de varios canónigos de la catedral metropolitana de México y
su arzobispo, Posadas, en la formulación de las Bases Orgánicas. La Iglesia
intervino en la formulación de la nueva etapa del gobierno conservador, en
plena consonancia con el general Mariano Paredes y Arrillaga, con el objeto de
garantizar la estabilidad de la Iglesia y ahuyentar el fantasma de la reforma
que ya parecía impostergable.
El gobierno de las Bases Orgánicas deseaba controlar a la Iglesia. Por eso
envió a Ignacio Valdivieso como su ministro plenipotenciario ante la Santa
Sede con la misión, casi exclusiva, de lograr que la Santa Sede aceptara forma-
lizar un concordato con México. Solo con el concordato tendría el gobierno la
fuerza suficiente para imponer al clero su programa de reformas, sin que sur-
gieran los gritos de herejía, impiedad y atropello y sin que se convocara a una
guerra santa, como había dicho Mora que haría la Iglesia si el gobierno no
LA IGLESIA DURANTE LA CRISIS DE LOS PROYECTOS DE NACIÓN ––––– 189
estaba fuerte y firme en sus decisiones. Para Mora y los liberales, la fuerza no
provenía del concordato, como lo consideraban los conservadores, sino de la
fuerza coactiva del gobierno.464 Ese propósito determinó la oposición enérgica
de Clemente de Jesús Munguía, ya en la década de los cincuenta, a cualquier
tipo de concordato del gobierno con la Santa Sede.
En el proceso, el gestor principal del plan de Tacubaya, el general Mariano
Paredes y Arrillaga sintió que se le había arrebatado el mérito y las glorias. De
esa manera, la pugna por el poder a través del pronunciamiento militar no tardó
en aparecer en el horizonte. En esta ocasión, la lucha por el poder se inscribe en
el contexto del deseo de los conservadores de establecer un sistema monárquico
en el país y, lo más grave, en medio de los preparativos para la guerra con los
Estados Unidos en la que México, por su derrota, perdió gran parte de su territo-
rio y dejó sumido el sentimiento nacional en la mayor de las amarguras. A la
sombra de la derrota surgieron con mayor fuerza las ideas liberales que demanda-
ban la construcción de una nación fuerte, y los planteamientos conservadores que,
en su extremo, pugnaban por el establecimiento de un sistema monárquico.
Los líderes eclesiásticos, como eran Portugal y Vázquez, atrapados en esa
pugna, cansados, viejos y enfermos, carecieron de una mirada larga y serena
para sopesar la necesidad de la reforma. El arzobispo de México y su cabildo,
insertos en la trama política de la nación, descuidaron de forma sistemática y
consistente la acción pastoral. El deterioro de las costumbres y las prácticas,
minaron la sociedad religiosa y dispusieron a los individuos para los cambios
sociales que sistemática y consistentemente se venían buscando desde 1824.
El gobierno emanado del Plan de Tacubaya
Los conflictos políticos del país no desaparecieron con el triunfo de los militares
porque durante el proceso para elegir los diputados al Congreso Constituyente
fueron seleccionados algunos individuos que formaban parte de la facción liberal-
federalista y no la centralista que había efectuado la revolución de agosto y sep-
tiembre. Se temía, como dijera José María Tornel, el ministro de Guerra y Mari-
na del presidente Santa Anna, que la facción “desorganizadora de 1833”
extendiera sus redes por la República. Ese grupo era, según Tornel, una “plaga
464 José María Luis Mora, Disertación sob re la natur aleza y apl icación de las rentas y bienes
eclesiásticos, y sobre la autoridad a que se hallan sujetos en cuanto a su creación, aumento, subsistencia
o supresión. Su autor, un ciudadano de Zacatecas. Impresa de orden y a costa del H. Congreso de
Zacatecas, México, Impenta de Galván a cargo de Mariano Arévalo, Calle de Cadena No. 2, 1833.
Citado en el capítulo anterior.

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR