La situación política después de la alternancia en el poder del año 2000

AutorGilberto Rincón Gallardo
Páginas15-33
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I. LA SITUACIÓN POLÍTICA DESPUÉS
DE LA ALTERNANCIA EN EL PODER
DEL AÑO 2000
A RAÍZ del triunfo de Vicente Fox en las elecciones presi-
denciales del 2 de julio del año 2000, se difundió amplia-
mente la opinión de que la transición mexicana a la demo-
cracia se completó de manera sustancial con la alternancia
presidencial que resultara de esa elección. Esta interpreta-
ción, muy presente en los medios de comunicación nacio-
nales y que ha sido aceptada sin reservas por la opinión
pública internacional, tiene un gran peso y no podría des-
cartarse sin antes discutirla con cierto detenimiento. Debe
decirse, en primer lugar, que se trata de una idea sencilla y
contundente, pues convierte la alternancia presidencial en
el único criterio de democratización del país. Además, es
didáctica y fácil de esquematizar, pues plantea dos bandos
fácilmente diferenciables: el de la democracia y el de la an-
tidemocracia.
La idea de que la democracia en México ha aparecido
sólo con la derrota del Partido Revolucionario Institucional
(PRI) tiene una enorme fuerza lógica y un contenido alta-
mente simbólico. Fuerza lógica, porque si el régimen priis-
ta representaba el modelo autoritario en el que esta nación
vivió durante más de siete décadas, la derrota del partido
que lo encarnaba se presenta de manera natural como el
advenimiento de la democracia. Contenido simbólico tam-
bién, porque al no existir momentos en la historia reciente
de México equiparables a la caída del Muro de Berlín, la
disolución de las cortes franquistas en España o el plebisci-
to que perdió Augusto Pinochet en Chile, la victoria de Vi-
16 LA SITUACIÓN POLÍTICA DESPUÉS DE LA ALTERNANCIA
cente Fox permitió a muchos ciudadanos encontrar, por
n, un momento único y representativo de un antes y un
después para la democracia en México. Muchos mexicanos
vieron realizada una idea espontánea, pero legítima, de demo-
cracia, que únicamente admitía como tal la derrota presi-
dencial del PRI.
El problema con esta interpretación, pese a su innega-
ble atractivo emocional y a su legitimidad política, es que es
social e históricamente inexacta. Aunque, en efecto, la de-
rrota sirvió, por ejemplo, para empezar a desmontar una
compleja red de intermediación clientelar, lo que esta victo-
ria no puede hacernos olvidar es que las condiciones que la
hicieron posible podían ser ya califi cadas como democráti-
cas. Para decirlo de una manera clara: la alternancia no ge-
neró la democracia en México, sino que fue posible porque
ya había democracia.
Por supuesto, esta manera de decir las cosas puede pa-
recer sospechosa de priismo (dicho sea de paso, nunca he
militado en el PRI, lo que no podrían decir algunos de los
ayatolas de la democracia que ahora padecemos) o de fal-
ta de sentido crítico, pero aquí estamos tratando de hacer
análisis político y no propaganda o demagogia. A lo que quie-
ro referirme de manera estricta es a que, a partir del año
2000, los comicios federales han ocurrido sobre la base de
una serie de instituciones y procedimientos electorales que
ya no están bajo el control faccioso del gobierno y que ga-
rantizan que los comicios se den, en general, con legalidad
y limpieza.
El largo proceso que permitió la instalación de estas
instituciones y leyes que hacen posible la democracia elec-
toral es lo que, en mi opinión, debe ser entendido como el
proceso fundamental de la transición a la democracia en
México. Un proceso largo y azaroso que puede ser remitido
hasta la década de 1970. En este sentido, quienes reducen la
transición democrática a la alternancia presidencial nos

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