La configuración democrática del espacio público

AutorGilberto Rincón Gallardo
Páginas61-76
61
III. LA CONFIGURACIÓN DEMOCRÁTICA
DEL ESPACIO PÚBLICO
UNO de los resultados más perniciosos de un régimen auto-
ritario, como el que padecimos en México durante más de
setenta años, es el sofocamiento de la sociedad civil. En
efecto, todo autoritarismo conduce, entre otras cosas, a la
limitación de las acciones civiles y a la sujeción de todo in-
tento de organización a las directrices gubernamentales.
Por ello, como ha señalado el gran líder democrático checo
Václav Havel, “la sociedad civil no puede ser restaurada
desde arriba, o por autorización legal. Sus tres pilares —aso-
ciaciones privadas voluntarias, descentralización del Esta-
do, delegación del poder político en entidades independien-
tes— sólo se pueden reconstruir con paciencia” (El País, 21
de mayo del 2000).
Aunque paciente, la reconstrucción del tejido de la so-
ciedad civil y del nicho de su acción, que es el espacio públi-
co, debe ser una prioridad nacional. Ha de ser una recons-
trucción paciente porque no puede darse por decreto, pero
debe ser poderosa, profunda y estructural. En esta recons-
trucción, el papel de las organizaciones no gubernamenta-
les es crucial.
Hace no mucho tiempo, cualquier intento de organiza-
ción fuera de las instituciones partidista o gubernamental
era visto con rechazo. La acción civil independiente pare-
cía poner en riesgo una concepción del poder y la autori-
dad que era excluyente y monopólica, por lo que lo usual
era limitarla, domesticarla, cooptarla, corromperla y, en el
peor de los casos, reprimirla y perseguirla. Éste era un sig-
no más de un esquema autoritario que todos deseamos que
62 LA CONFIGURACIÓN DEMOCRÁTICA DEL ESPACIO PÚBLICO
no vuelva a fl orecer nunca más en nuestro país en general y
en nuestras ciudades en particular. Hoy en día, sabemos
que la ingente cantidad de tareas de nuestra vida pública
exige la participación plena de las organizaciones civiles.
La acción civil debe apoyar, vigilar, enriquecer y promover
la propia acción gubernamental. No hay razones para man-
tener un confl icto entre los gobiernos y los grupos civiles,
siempre que los fi nes y métodos de ambos sean legítimos y
legales.
El carácter democrático de las instituciones políticas se
mide por su grado de sensibilidad ante las demandas plura-
les que emanan de la sociedad civil. Este carácter democrá-
tico se muestra en su capacidad de retomarlas y refl ejarlas;
se hace evidente en la porosidad del espacio público para
incluir todo tipo de demandas de justicia formuladas en
clave democrática. El reconocimiento político de las inicia-
tivas sociales y de la pluralidad del espacio público es el
verdadero corazón de una sociedad democrática. Ésta es
una verdad que se ha olvidado en la vida pública nacional y
que se hace evidente en cada nuevo proceso electoral. La
legitimación a través del voto es un elemento necesario pero
no sufi ciente para la democracia. La aceptación del proce-
dimiento electoral no es una exigencia demasiado difícil de
cumplir, si la comparamos con la exigencia de un verdadero
reconocimiento del espacio público.
El espacio público no surge por decreto. Al contrario,
es en realidad el resultado de un sinnúmero de esfuerzos
individuales y colectivos que, fuera de las instancias guber-
namentales, logran articular demandas y, muchas veces,
resolver objetivos de interés general. Los grupos ambienta-
listas, las organizaciones de lucha contra el sida o por la
seguridad, los movimientos por el reconocimiento de la di-
versidad, los grupos de indígenas y migrantes, las organiza-
ciones de intelectuales y académicos que hacen sus aportes
a la discusión de los grandes temas nacionales desde su

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR