Para repensar el laicismo mexicano

AutorGilberto Rincón Gallardo
Páginas108-131
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V. PARA REPENSAR
EL LAICISMO MEXICANO
YA ES un lugar común decir que las conversaciones educa-
das son aquellas que mantienen las personas sobre todo
tipo de cuestiones, excepto política y religión, pues se supo-
ne que éstos son temas que el buen gusto no aprueba debido
a su potencial confl ictivo. Frente a los temas político y reli-
gioso, a veces es preferible callar para mantenernos dentro
de las buenas maneras aceptadas por todos. Pero resulta
que tanta buena educación en ocasiones termina escondien-
do la importancia de tales cuestiones. Así, en México sole-
mos ser tan educados que de manera frecuente nos incli-
namos por no hablar de los grandes problemas del país, por
si se ofende algún poder fáctico, o por si es necesario cam-
biar mañana nuestro punto de vista. No obstante, es en el
contexto de una sociedad dividida por las creencias y valo-
res que sostienen las personas donde se vuelve necesario
hablar de laicismo y tolerancia.
La sociedad mexicana está experimentando una fuerte
transformación en el terreno de la pluralidad de valores y
creencias. Hasta hace algunos años, de la misma manera
que se suponía que la familia tradicional mexicana era de
tipo nuclear y heterosexual, se pensaba que todos los mexi-
canos tenían en el catolicismo un elemento central de su
identidad. Hoy, sin embargo, las cosas han cambiado a con-
secuencia del régimen de libertades que impera en nuestro
país. Cada vez se hacen más visibles los núcleos familiares
que desafían la concepción tradicional de las relaciones
afectivas y, además, proliferan los grupos religiosos que, a
su manera, buscan dar respuesta a las cuestiones funda-
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mentales de la vida. Si bien es cierto que las prácticas dis-
criminatorias por motivos religiosos o de orientación sexual
son todavía un lastre con el que debe lidiar la sociedad
mexicana, también es verdad que contamos con el marco
legal para garantizar que las personas vivan sus vidas como
mejor lo consideren conveniente en materia de libertad reli-
giosa y sexual. Este marco legal reafi rma la orientación lai-
ca del Estado mexicano. No obstante, la pluralidad de valo-
res en las sociedades modernas —ese proceso que Max
Weber denominó como el desencantamiento del mundo— no
sólo es consecuencia del ejercicio de las libertades civiles
por los ciudadanos, sino que además es el resultado de los
intercambios culturales y políticos que posibilitan los me-
dios electrónicos de comunicación.
Vivimos en un mundo que ha acortado sus distancias
geográfi cas y potenciado el diálogo entre las culturas locali-
zadas en las antípodas. La identidad, desde este punto de
vista, se observa como un proceso abierto a la experimenta-
ción y enriquecido por las experiencias culturales novedo-
sas producto de la migración de personas y del intercambio
de bienes e información a escala global. Sin mucho esfuer-
zo, una misma persona localizada en cualquier región del
planeta puede hacerse afi cionada a la literatura del egipcio
Naguib Mahfouz, escuchar las últimas composiciones mu-
sicales del inglés Michael Nyman, estar al tanto de la pro-
ducción del artista plástico mexicano Gabriel Orozco, cele-
brar la última película del cineasta griego Theo Angelopulos,
seguir las discusiones más recientes en el campo del femi-
nismo a través de la bitácora en línea de la fi lósofa estadu-
nidense Nancy Fraser o leer las versiones electrónicas de los
editoriales de The New York Times o El País. Y todas estas
infl uencias, que los ciudadanos del mundo globalizado reci-
ben de manera más o menos consciente, tienen un impacto
en su forma de entender la pluralidad cultural, así como en
la manera de articular las instituciones políticas para en-

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