La calidad de vida que queremos

AutorGilberto Rincón Gallardo
Páginas168-184
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VII. LA CALIDAD DE VIDA
QUE QUEREMOS
EN NUESTRO país, la lucha contra las distintas formas de la
discriminación y la exclusión apenas comienza. México es
un país con profundas desigualdades. Estas desigualdades
se traducen en la pérdida de la calidad de vida para amplios
sectores de la población que viven la discriminación diaria-
mente. Los niveles de desigualdad que vive la sociedad
mexicana contradicen la idea de que la discriminación es
sólo un asunto que atañe a las minorías y que su combate
debería ser asumido exclusivamente desde la fi lantropía y la
caridad. Al contrario, la igualdad es una cuestión de justicia
básica para cualquier sociedad que se precie de ser demo-
crática. En consecuencia, el Estado no puede renunciar a
su compromiso con la igualdad de oportunidades y dere-
chos. Aunque las iniciativas de la sociedad civil para el
combate de la desigualdad son fundamentales si queremos
resultados que impacten la calidad de vida de las personas,
estas iniciativas tienen que encontrar una respuesta y una
traducción institucional fi rmes y responsables.
Los pasos legales e institucionales que hemos dado para
el combate de la discriminación representan un avance esca-
so respecto de la magnitud de los desafíos que enfren tamos.
Sobre todo, debe destacarse la importancia de la reforma
constitucional que en 2001 permitió la inclusión del princi-
pio de no discriminación en el artículo primero. Para nor-
mar este principio se creó, en 2003, la Ley Federal para
Prevenir y Eliminar la Discriminación, que defi ne a la dis-
criminación como una limitación de derechos como conse-
cuencia de una percepción prejuiciada de las personas y
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que, además, tipifi ca las prácticas discriminatorias y esta-
blece un catálogo de acciones gubernamentales para la pre-
vención y erradicación de estas prácticas. Éstos son, sin
embargo, avances de una importancia superlativa y sin los
cuales estaría no sólo comprometida sino incluso anulada
la lucha contra la discriminación en México. Un teórico de la
democracia tan preocupado por la igualdad y la inclusión
como Amartya Sen ha señalado que una de las condiciones
para el disfrute de una calidad de vida adecuada para todas
las personas es la traducción de la igualdad formal, presen-
te en la mayoría de los ordenamientos constitucionales mo-
dernos, en la igualdad real de oportunidades. Porque “ha-
bría que hacer notar que la desigualdad no es menos posible
en el espacio de las capacidades y las libertades (como opor-
tunidades) que en el de los bienes y el bienestar”.1
Para entender la magnitud de nuestro desafío es útil re-
visar algunas cifras sobre la exclusión, a partir de la mirada
imparcial y nada complaciente del Programa de las Nacio-
nes Unidas para el Desarrollo (PNUD). Nuestro país ocupa la
posición 53 de una lista de 177 países clasifi cados de acuer-
do al índice de desarrollo humano, según el Informe sobre
Desarrollo Humano 2005. Esto nos ubica en el grupo de na-
ciones que poseen desarrollo humano alto, con una espe-
ranza de vida promedio de 75.1 años, una tasa de alfabeti-
zación de 90.3 por ciento y un producto interno bruto (PIB)
de 9 168 dólares per cápita. No obstante, el mismo Informe
señala que 10.1 por ciento de la población del país se en-
cuentra en el umbral de la pobreza nacional; que sólo se
destina 2.7 por ciento del PIB para inversión en servicios de
salud pública; que sólo se canaliza 5.3 por ciento del PIB
para educación; que 5 por ciento de la población padece
condiciones de desnutrición, y que 8 por ciento de los niños
1 Amartya Sen, Bienestar, justicia y mercado, Barcelona, Paidós, 1998,
p. 148.

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