Respuestas antiguas, dilemas modernos
Autor | Gerardo Ávalos Tenorio |
Páginas | 83-99 |
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En este capítulo se desarrollan algunos aspectos de la problemática
relación entre la ética y la política. A partir de una referencia ge-
neral al pensamiento de la antigüedad clásica y a su modo lógico
de plantear y resolver armoniosamente aquella relación, se expo-
nen algunos de los dilemas que supone la condición moderna al
hallarse transida de una socialidad construida por las relaciones
mercantil-capitalistas. Kant, Hegel y Marx, resultan las referencias
obligadas para revelar algunos de los callejones sin salida a los que
se enfrenta todo aquel intento de conciliar ética y política dentro de
las coordenadas de la modernidad.
I
¿Es la impotencia a lo que debe resignarse la ética frente a la po-
lítica?, ¿corresponde a la ética tan sólo hacer recomendaciones a
los gobernantes para que sean “buenos”?, ¿qué papel desempeña la
ética en la política del mundo moderno?, ¿es posible una ética de la
reconciliación a partir del reconocimiento y el amor, institucionali-
zados en el Estado?, ¿es posible una ética de la rebeldía?
RESPUESTAS ANTIGUAS
Y DILEMAS MODERNOS
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ÉTICA Y POLÍTICA PARA TIEMPOS VIOLENTOS
II
La ética y la política guardan una relación extraña: no se identi-
can ni se asimilan la una en la otra pero ambas se necesitan.
1
Cada
una remite a formas distintas del pensar y el actuar humanos pero
sus imbricaciones son tan vigorosas y sólidas que, a veces, parecen
formar una unidad indisoluble. ¿Cómo ha llegado, entonces, a ser
dominante aquella idea de que la política nada tiene que ver con
la ética?, ¿acaso es verdad que uno de los rasgos centrales de la mo-
dernidad es la separación entre ética y política? Tal forma de ver
las cosas ha quedado asociada al célebre nombre de Maquiavelo. El
príncipe, decía el genio orentino, debe aprender a no ser bueno; su
principal tarea es acceder al “poder” y, una vez en él, conservarlo. A
veces, habrá de recurrir a la fuerza, la coerción o la represión; otras,
mediará con su arte y superará el conicto. Su meta: la conserva-
ción del poder, la unidad y el engrandecimiento de la nación. Se ha
dicho, por eso, que Maquiavelo inaugura una manera de pensar “el
arte de la política” ajena a consideraciones éticas; el criterio de la
efectividad y no el de la bondad, la justicia o el bien común, sería lo
que prevalece para juzgar y entender las cuestiones referentes a la
política y el gobierno. Desde entonces, según esta visión, la política
práctica es a-moral.
Es al menos sospechoso que un admirador ferviente de la an-
tigüedad romana como fue el pensador orentino quede asociado
con la perversión y la maldad. Para los romanos antiguos, lo mismo
que para sus antecesores, los griegos, no existía, en realidad, una es-
1 Tres referentes básicos de esta relación: J.L. Aranguren, Ética y política,
España, Guadarrama, 1968; L. Villoro, El poder y el valor, México, Fondo
de Cultura Económica / El Colegio Nacional, 1997; F. Fernández Buey,
Ética y losofía política, España, Edicions Bellaterra, 2000.
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