El gobierno de las pasiones

AutorGerardo Ávalos Tenorio
Páginas101-119
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EL GOBIERNO DE LAS PASIONES
Introducción
La ética no solamente se yergue como un supremo ejercicio racio-
nal que desde las alturas de la especulación dictamina lo que ha
de ser considerado como bueno y malo, justo e injusto; también in-
cluye una serie de reexiones sobre las razones por las cuales los
seres humanos actúan de una determinada manera y no de otra. La
ética misma se justica, en efecto, porque en los hechos los seres
humanos tienen pasiones, sienten envidia, celos, odio, miedo, deseo
sexual, y ello es fuente de pugnas innitas. La paz y el orden no
pueden fundarse en las pasiones sino en la capacidad de actuar en
función de los dictados de la razón, si ésta evalúa que es mejor y
más provechoso convivir en armonía. Pero ello requiere un estudio
descriptivo previo acerca de esas íntimas regiones de la psique que,
muy cercanas a los instintos, siempre tuvieron un lugar protagónico
a la hora de tratar la moral. La modernidad retomó estos temas pero,
como resulta obvio, lo hizo desde nuevos horizontes de compren-
sión, y los condujo por diferentes vías. Las pasiones, a decir de Hirs-
chman, devinieron intereses y lejos de reprimirse se alentaron para
formar la fuerza vital de las nuevas relaciones sociales. Las pasiones
fueron gobernadas por una nueva ética: aquella vinculada con el
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ÉTICA Y POLÍTICA PARA TIEMPOS VIOLENTOS
trabajo, con el esfuerzo individual, con el espíritu de competencia,
con el deseo de intercambiar, poseer y acumular y, nalmente, con
la pretensión de disfrutar plácidamente los productos de la labor,
el esfuerzo y el talento propios. La libertad también poseía esa con-
notación vinculada con la legitimidad de permitir que las pasiones
hicieran lo suyo en la acción de los seres humanos. En el itinerario
de este proceso de recodicación de las pasiones destaca la losofía
de Baruch Spinoza.
Ética: pasiones y potencia
Como sugiere Eduardo Grüner, el debate acerca de si Spinoza fue o
no un auténtico pensador contractualista es interminable.
1
Si hemos
de tratarlo aquí como perteneciente al contractualismo no es sólo por
la indudable preeminencia de la idea de pacto en su losofía políti-
ca sino, sobre todo, porque al pronunciarse en favor de un Estado de-
mocrático pone en evidencia la lógica subyacente de toda política que
pretenda fundamentarse en un acuerdo racional de las partes contra-
tantes. Me adelanto a señalar que aunque Spinoza tiene una vocación
democrática en favor de la idea de la multitud como formadora del
Estado, su agudo análisis de la naturaleza humana, su desconanza
ante el vulgo y, sobre todo, su recurso al pacto, le hacen plegarse a la
lógica de la unidad estatal como la forma más racional de convivencia
y la garantía de libertad. Y entonces, ello demuestra que todo contrac-
tualismo, por muy democrático que sea, apunta a la estructuración de
una política unicadora supresora de la diversidad que, sin embargo,
toma como punto de partida. Para analizar la contribución de Spinoza
1 E. Grüner, “El Estado: pasión de multitudes. Spinoza versus Hobbes,
entre Hamlet y Edipo”, en Atilio A. Boron (comp.), La losofía política
moderna. De Hobbes a Marx, Argentina, Consejo Latinoamericano de
Ciencias Sociales, 2003, p. 155.

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