La radio en una ciudad provinciana

AutorMaría Elvira García Espinosa de los Monteros
Páginas91-102
91
Francisco Gabilondo Soler
La radio en una ciudad provinciana
EL AMBIENTE de la Ciudad de México, donde Pancho
Gabilondo Soler comenzó a desarrollar su trabajo en los
años treinta, era el de una capital que dejaba atrás el as-
pecto provinciano que privó durante los años veinte, tiempos en
que la vida nocturna apenas si se extendía por unas cuantas calles,
esas que formaban el antiguo Centro, aquel primer cuadro donde
hervía la vida cultural y la bohemia. Hacia el norte o hacia el sur
solamente se divisaban llanos, milpas y, más allá, las montañas y
volcanes que milenariamente han protegido este imponente valle.
El aire limpio y transparente de los primeros años del siglo XX
se empezó a enrarecer a principios de los treinta; sin embargo,
todavía era posible apreciar, desde cualquier montículo, la her-
mosura del paisaje que cautivó por igual tanto a los naturales que
ahí se asentaron como a los conquistadores españoles y, años más
tarde, a los paisajistas José María Velasco y Gerardo Murillo, el
Doctor Atl.
En esas polvorientas calles del centro de la capital, la novedad
de la radio también estaba cambiando la vida y las costumbres de
sus habitantes. El silencio diurno y nocturno empezaba a ser cosa
del pasado, ya que en algunos almacenes del centro y en contadas
casas y vecindades se escuchaban los ecos de las voces bien tim-
bradas de cantantes y locutores. Esas voces salían de un aparato
que en ese entonces resultaba un adelanto extraordinario para al-
gunos, o cosa del diablo para otros: el radio.
Sí, a México había llegado la industria de la radiodifusión y,
con ella, el aparato radiorreceptor que empezaba a modificar los
hábitos de ocio, diversión e informativos de todos los mexicanos.
Es cierto que en los años veinte comenzaron las rudimenta-
rias transmisiones radiofónicas, pero no fue sino hasta 1930 que
surgió la emisora comercial con mejor estrategia de mercado, más

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