El éxito llega y también se va

AutorMaría Elvira García Espinosa de los Monteros
Páginas127-148
127
Portada del álbum de Cri-Cri promovido por la compañía Larín
El éxito llega y también se va
LOS DÍAS pasaban y el pobre calendario adelgazaba de modo
extraordinario. Corrían los meses y los años, y la fantasía
que escribía y cantaba Gabilondo Soler para su programa
de radio en la XEW alimentaba la imaginación de un buen filón
de radioescuchas que, ya para finales de los años treinta, se sabía
estaba conformado por un ejército de mamás y de hijos de esas
mamás. Era innegable el trancazo que significó ese esfuerzo. Otras
marcas ya querían anunciarse en ese espacio. Así pues, a la Lotería
Nacional le siguió chocolates Larín como patrocinador.
La empresa que elaboraba Larín era la Fábrica Modelo de
Chocolates y Dulces Larín y Compañía, cuya historia empieza en
1892, en la colonia San Rafael. Para 1940, sus dueños compran la
mitad de una manzana de ocho mil metros cuadrados en Avenida de
los Morales, hoy Ejército Nacional; ahí construyeron su nueva casa.
Con los ingresos publicitarios resultado del nuevo anuncian-
te, Gabilondo Soler y su elenco obtuvieron un mejor sueldo.
Estaban contentos; el asunto iba viento en popa, como un bar-
quito sobre un mar tranquilo, y se dejaron mecer por la racha de
buen viento durante unos años más, plazo en el que Gabilondo
estrenó piezas como: Canción de chinos, Abuelito, La negrita
Cucurumbé, El abejorro Mostachón y El conejo turista, de la que
escribió dos versiones.
Gabilondo deseaba con intensidad plasmar su gusto por el jazz
en sus piezas, para lo cual necesita un elemento más, un contraba-
jista. Desde los inicios de su programa ya hacía guiños jazzísticos
a su música; Los mayates, de 1934, es una de las más representati-
vas, y Caminito de la escuela, también de ese año, tiene aires muy
cercanos al jazz.
Así que un día invitó al contrabajista veracruzano Víctor
Manuel Pazos, quien incorporó el ritmo sincopado que es notorio
128
De lunas garapiñadas
en Al agua todos, esa canción en la que Gabilondo crea una sec-
ción instrumental deliciosamente jazzeada.
Sin embargo, a la vida de Pancho no había llegado todavía
ni el mucho dinero ni la gran tranquilidad. Vivía la presión que
le imponía el programa en el sentido de estrenar canciones cada
semana. Cada estreno significaba una moneda al aire, y había que
cruzar los dedos para que fuese pegador.
Y la gran mayoría lo fue, como las obras que hizo entre 1935
y 1936, tales como Canción de las brujas, Los tres cochinitos o Los
conejos panaderos, que fueron un éxito inmediato. En esa época
compuso algunas otras como Aritmética, Arbolito de navidad, El
cazador, El charrito de barro o Baile de los inditos, que aunque son
muy hermosas, no tuvieron el impacto que Gabilondo deseaba.
Año tras año su obra mostraba mejor factura, fuerza metafó-
rica y mayor riqueza armónica e interpretativa. Para no haber es-
tudiado música de manera académica, el resultado era de calidad;
Gabilondo Soler se quemaba las pestañas de tarde a madrugada
para obtenerlo. Al llegar al estudio de la W y antes de repartir
las particellas a los ejecutantes, todavía hacía correcciones y ob-
servaciones a lápiz. Durante los primeros meses, ensayaba con
sus músicos minutos antes de la salida al aire del programa, pero
con el tiempo y el profesionalismo de cada uno, el ensayo se hizo
prescindible.
Para el programa trabajaron básicamente dos locutores a lo lar-
go de los años que permaneció al aire. Como dije, fue Leopoldo
Samaniego quien dio el banderazo de salida a la emisión, pero
al poco tiempo decidió irse de la XEW para asumir de lleno su
tarea de poeta. Luis Cáceres tomó la estafeta. Y cumplió con cre-
ces la tarea de presentador del programa. Su excelente memoria,

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR