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Un guasón muy dulce

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Vincent
AutorMaría Elvira García Espinosa de los Monteros
Páginas77-90
77
Francisco Gabilondo Soler, ‘El Guasón del Teclado’
Un guasón muy dulce
PERO, ANTES de que Gabilondo Soler emprendiese el ca-
mino que iba a llevarlo a la fama de la mano de su Cri-Cri,
empezó a foguearse con la creación de un personaje que
bautizó como el Guasón del Teclado. El piano iba a ser su único
apoyo, y comprobaría de ese modo si las clases de los maestros
Sarral y Ashby, sus prácticas en los Baños Mancera, el curso inten-
sivo de jazz en Nueva Orleans y el empleo en el bar La Primavera,
le habían dado suficiente experiencia.
—¿Usted ya tocaba bien el piano?
—No, qué va. Lo que pasó fue que desde muy chamaco tuve
la oportunidad de escuchar a mi madre tocar Los andaluces, una
pieza que se sabían todas las señoras jóvenes de entonces. Mientras
ella la interpretaba al piano, yo, sentado a su lado, la iba siguien-
do en el teclado, con un solo dedo. Luego, emigramos hacia la
Ciudad de México y no hubo piano. En la capital me ocupé casi
únicamente de ir bien en el colegio, y así se me fueron los años.
Cuando volvimos a Orizaba, nos pasamos a vivir a una casa muy
pequeña, donde no cabía un piano; el nuestro se había quedado
en el domicilio de una tía y me daba flojera ir allá.
En aquellos tiempos que rememora, los de su adolescencia, iba
y venía de su terruño a la Ciudad de México. Fue en esa misma
época cuando también se interesó por rasgar el violín que per-
tenecía a don Tiburcio, su papá. No tomó clases formales para
dominar el instrumento, sin embargo hacía vibrar sus cuerdas
cuando era necesario. Pero sin duda, el piano era lo suyo. Y fue
determinante un hecho para que se decidiera por el teclado:
—Aproximadamente en el año de 1923, cuando iba a cumplir
16 años, conocí a Agustín Lara, quien trabajaba en una casa de “tu-
rismo” —así llamaban entonces a los burdeles—, y escuchándolo
tocar volví a interesarme por el piano. Eso ocurrió exactamente

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