El grillo vuelve a cantar
| Autor | María Elvira García Espinosa de los Monteros |
| Páginas | 165-188 |
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Francisco Gabilondo Soler
El grillo vuelve a cantar
EMPEZABA 1944. A la Segunda Guerra Mundial le faltaba un
año para concluir, no así, como decía José Emilio Pacheco,
“al dolor que expresaban millones de heridos o mutilados,
y la imborrable cicatriz de una masacre que arrojó 50 millones
de muertos”, algunos de los cuales eran mexicanos, puesto que
15 mil 530 connacionales marcharon al matadero, enrolados por
la armada estadunidense. Los países involucrados en el conflicto
bélico tendrían que empezar a sobreponerse en todos los órdenes.
México también, pues entró a la guerra casi sin querer. Por eso
fue que desde la esfera gubernamental se impulsaba una alegría
forzada; había que sonreír y reír, aunque la situación política, eco-
nómica y anímica fuese para llorar.
Luego de que regresó de Monterrey, Pancho Gabilondo iba
de vez en cuando a la XEW, en busca de chamba. Logró que lo
contrataran esporádicamente para suplir a algún pianista o para
acompañar musicalmente una emisión. Así se la llevó un buen
tiempo, hasta que Rosario Patiño consiguió un patrocinador que
confió otra vez en ella y en el talento de Gabilondo. El autor del
Grillito Cantor, Cri-Cri, volvería a la radio, al fin. Su personaje y
su programa vivirían una segunda etapa. Pero la empresa le im-
ponía algunos cambios. El principal: la emisión ya no sería diaria,
sino semanal, de media hora de duración.
Pese a ello, Gabilondo retornó con brío a la W. Él estaba por
cumplir 42 años de edad. Dejaba atrás el mal sabor de boca de sus
experiencias musicales en otros lares. Retornaba a casa. Volverían
con él casi todos los músicos que lo acompañaron años atrás; se
incorporarían otros, como el compositor y director de orquesta
Fausto Pinelo Ríos quien, además de esos talentos, poseía otro
indispensable: era violinista. Y el Grillito Cantor sin violín nomás
no podría salir al aire.
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De lunas garapiñadas
Alfredo Núñez de Borbón esporádicamente colaboraba en el
programa. El yucateco Fausto Pinelo Ríos lo suplía magistralmen-
te. Nacido el 21 de julio de 1893, estudió piano, violín, armonía
y composición. Destacó como violinista en orquestas en su tierra
natal. En la Ciudad de México trabajaba en teatro y en adaptacio-
nes de obras musicales para la XEW y XEQ. Era también profe-
sor de violín en el Conservatorio Nacional de Música. Compuso
canciones y piezas para piano. En 1931 escribió la ópera Payambé,
con libreto de Luis Rosado Vega, según consignan los especialistas
Gerónimo Baqueiro Foster y Enrique Martín Briceño.
Fausto Pinelo enriqueció la obra musical de Gabilondo Soler,
quien componía otra vez. Casi lo dejó de hacer durante el tiem-
po que navegó por lejanos mares. Luego de sus fracasos en otras
latitudes, valoraba más la generosidad de los mexicanos con sus
artistas, pues no los olvidaba. Su retorno a la XEW marcaba la
madurez de su existencia y de su creatividad, ésta última era no-
toria en su música y en sus nuevos cuentos y canciones. En 1940,
lejos de su país, sólo escribió dos. Pero de 1942 a 1945 hizo más
de 50; todas fueron un éxito y quedaron para el imaginario de
sus escuchas: El calendario, El Carrusel, Chacho muchacho, Che
Araña, El chivo ciclista, Cómo le va, El comal y la olla, El ropavejero,
y tantas más.
La factura de su obra letrística se consolidó en esta etapa.
Como autor, tomó conciencia de que el tiempo pasa veloz y hay
que aprovecharlo; lo dice en canciones como El calendario; por
otro lado, su identidad como mexicano, ese sentido nacionalista
que quizás resurgió con mayor fuerza al estar lejos de su patria, lo
imprimió en Mi bandera, también de este período.
Su composición es más orquestal, con mejores arreglos. No se
fueron por la borda los años que permaneció fuera de la XEW; todo
lo contrario, lo enriquecieron porque en Buenos Aires, Argentina,
se mantuvo como pianista de géneros musicales muy diversos al
suyo, y en Monterrey, Nuevo León, amplió sus horizontes de
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