La Primera Internacional en la década de 1860

AutorGeorge Douglas Howard Cole
Cargo del AutorTeórico político inglés y un socialista crítico
Páginas104-154
V. LA PRIMERA INTERNACIONAL EN LA DÉCADA
DE 1860
LA ASOCIACIÓN Internacional de Trabajadores (AIT), establecida en
Londres en 1864, se inició con la participación de los sindicatos
obreros británicos y franceses, así como de algunos exiliados de
otras partes de Europa que entonces vivían en Londres. Es
importante tener en cuenta que en sus inicios fue un movimiento de
los sindicatos obreros —expresión de la solidaridad de los obreros
organizados de Francia y la Gran Bretaña— y no un movimiento
político, aunque desde el principio tuvo intereses políticos. En
realidad, no hubiese podido empezar de otra manera en ninguno de
los dos países. En Francia, bajo el Segundo Imperio, casi ninguna
organización política de obreros podía existir abiertamente, aunque
los primeros candidatos de la clase obrera desde el establecimiento
del Imperio habían hecho su aparición en 1863. Los mismos
sindicatos obreros sólo empezaban a gozar de una tolerancia muy
limitada porque Napoleón III, amenazado por la creciente oposición
burguesa contra su régimen, empezó de manera muy vacilante a
probar las posibilidades de emplear a la clase obrera o a parte de
ella como contrapeso de sus enemigos burgueses. Incluso en 1864
los sindicatos eran todavía ilegales en Francia, aunque se les
permitía existir con la apariencia de sociedades fraternales y
siempre que no produjesen gran perturbación. Los franceses que
tomaron parte en la fundación de la Internacional habían ido a
Londres por primera vez, en 1862, no como miembros de los
sindicatos, sino de una delegación elegida por los obreros para
visitar la Exposición Internacional de Londres. Sin duda, se les envió
con la idea de que regresaran influidos por la moderación y buen
sentido de los nuevos sindicalistas y cooperativistas del país
capitalista más adelantado del mundo, y dispuestos a prescindir de
las tradiciones revolucionarias que todavía continuaban vivas en los
sentimientos más profundos de la sociedad obrera francesa.
En Londres, estos franceses encontraron en 1862, como
principal organizador de su recibimiento, al Consejo Londinense de
Oficios, establecido sólo dos años antes como resultado de la
disputa que en 1859 se produjo en Londres en el ramo de la
construcción. Todavía no había en la Gran Bretaña una organización
central que representara al movimiento sindical en su conjunto, ni
mucho menos un partido obrero organizado. El cartismo había
terminado por completo, desapareciendo con ello la Asociación
Internacional que, como sucesora de los Demócratas Fraternales,
había tratado de continuar en relación con los radicales de la Europa
continental después de la derrota de las revoluciones de 1848-1849.
El Consejo Londinense de Oficios, como el organismo más
representativo de que se disponía, se había encargado hasta cierto
punto de las funciones que ejercían los anteriores organismos y les
daba una nueva base de apoyo sindical. Tomó parte principal en la
ayuda a la causa del Norte contra los propietarios de esclavos de la
Guerra Civil de los Estados Unidos; preparó el recibimiento tanto de
los visitantes obreros italianos como de los franceses que acudieron
a la Exposición Internacional de 1862, y colaboró en la gran
recepción que se organizó a Garibaldi cuando éste visitó Inglaterra
en 1864. El Consejo también participó activamente en 1862 en el
establecimiento de la Unión Política Sindical, que se convirtió en la
Liga Nacional de Reforma y llegó a ser el principal instrumento
obrero en la lucha por la reforma parlamentaria. Pero aún en 1864,
cuando los delegados franceses visitaron Londres nuevamente y
trazaron planes para una organización internacional, todo eso
estaba todavía en sus comienzos.
Hasta ese momento habían existido relaciones más estrechas
entre los obreros ingleses y los italianos que entre los ingleses y los
franceses. Existía una fuerte simpatía entre los radicales británicos,
tanto de la clase media como de la obrera, y los nacionalistas
italianos dirigidos por Mazzini y Garibaldi; y sobre todo este último
era considerado un héroe popular, como lo mostró la ovación que
recibió cuando visitó Inglaterra en 1864. Pero las sociedades
italianas formadas bajo el influjo de Mazzini no eran sindicatos ni
estaban dirigidas principalmente por obreros. Aunque se llamaban
sociedades obreras, estaban compuestas principalmente por
intelectuales y tenían poco en común con los sindicalistas, que los
acogieron bien cuando sus delegados fueron a Inglaterra en 1862.
Sin embargo, la idea original de los dirigentes ingleses era que
debían formar parte de la Internacional; y el primer proyecto de los
estatutos propuestos para este organismo fue redactado por el
lugarteniente de Garibaldi, el mayor Wolff, tomando como modelo
las sociedades obreras italianas de Mazzini. Éste fue uno de los
proyectos descartados en favor del de Marx cuando fue necesario
escoger, y los mazzinistas no volvieron a participar en la AIT. Los
visitantes franceses eran completamente distintos: eran trabajadores
que estaban al frente de verdaderos sindicatos obreros, que
luchaban por su reconocimiento y por la mejora de los salarios y las
condiciones de trabajo. Los sindicalistas ingleses los reconocían
como hombres y hermanos con los cuales podían hacer causa
común. La AIT fue fundada al principio como una unión del
movimiento obrero inglés y del francés, dentro del cual se esperaba
conseguir la cooperación de grupos de espíritu análogo existentes
en otros países, y como un primer paso en ese sentido, un número
selecto de exiliados que vivían en Londres fueron invitados a tomar
parte en las discusiones. Marx debió su invitación principalmente al
hecho de que dos amigos suyos, el sastre alemán Georg Eccarius
(1818-1889) y el relojero suizo Hermann Jung (1830-1901), habían
conseguido para mismos un lugar en el movimiento obrero
británico y pudieron introducirlo desde el comienzo mismo.
Los franceses que tomaron parte en los acontecimientos de 1864
—Henri Louis Tolain (1828-1897), Charles Limousin, E. C. Fribourg,
Eugène Varlin (1839-1871) y Eugène Dupont (1831-1881)— eran,
respectivamente, tallista, maquinista de una fábrica de encajes,
grabador, encuadernador y fabricante de instrumentos de música.
Todos, excepto Dupont, que vivía en Londres, eran artesanos de

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