Conceptos metodológicos para el análisis de la deliberación parlamentaria

AutorAdrián S. Gimate Welsh
Páginas137-174
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Capítulo IV
Conceptos metodológicos
para el análisis de la deliberación parlamentaria
Introducción
En el capítulo I, he delineado algunas ideas sobre el acercamiento semiótico y
cognitivo a la representación y su pertinencia para el estudio de la representa-
ción política. Pero si la representación surge en el contexto de una democracia
deliberativa, emerge como un acto de un conjunto de procesos discursivos. En
este marco de reflexiones, he punteado de manera muy general algunas ideas
sobre la interacción intersubjetiva mediatizada por los actos del lenguaje en los
procesos de estructuración de la representación política, en los procesos de
generación de las políticas públicas en el Poder Legislativo. De manera más
concreta podemos preguntarnos, ¿cuáles son, en esencia, las categorías meto-
dológicas que me permiten examinar de cerca el proceso de construcción de la
representación política? La respuesta a esta interrogante constituye el contenido
de este apartado capitular.
Supuestos sobre el discurso parlamentario
Ante todo, conviene esbozar algunas premisas que me permitirán delinear más
adelante mi propuesta metodológica. En primer lugar, podemos asumir que el
discurso parlamentario es una especie de una categoría más general del discur-
so: el discurso político. Ambos comparten el rasgo general de que uno y otro
están íntimamente vinculados con la acción y con el poder. Instalados en el
ámbito político, la relación discurso acción entraña el poder en el marco de la
interacción: el poder de la palabra y el poder político fundado en el control de
las instituciones. Ambos, discurso parlamentario y discurso político, a su vez
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Adrián S. Gimate-Welsh
forman parte de una categoría más general que es el discurso en el sentido del
francés Emile Benveniste, como la puesta en marcha del aparato formal de la
lengua en actos de enunciación (Benveniste, 1981).
La noción de interacción implica la idea de intercambio de ideas que se
lleva a cabo mediante hechos de lenguaje, que tienen un carácter deliberativo
en el ámbito parlamentario. Desde la perspectiva de Jürgen Habermas, éste es
un requisito fundamental para la legitimidad de las decisiones colectivas.
Los hechos de lenguaje, por otro lado, en tanto productos de los sujetos
políticos, exhiben dos dimensiones: a) una dimensión interna que nos remite a
la identidad discursiva, a la memoria, a la inscripción o estructura conceptual
del actor político que tiene un entorno cognitivo intrínseco subyacente (Sper-
ber y Wilson, 2001: 46-47), y b) una dimensión externa que instala al sujeto
político en el contexto interactivo en el que se encuentra inserto el actor polí-
tico. Esto último lo relaciona con sus interlocutores inmediatos y mediatos,
presentes o no presentes en el debate. Para el caso que nos concierne, son las
dimensiones institucionales y procedimentales que en mayor o menor grado,
determinan el comportamiento discursivo de los actores parlamentarios según
veremos más adelante en los capítulos VI y VII; sin olvidar, por supuesto, otro
tipo de determinantes como las motivaciones individuales o ambiciones perso-
nales que pueden estar estimuladas por el principio de mayor utilidad. Este
marco general, que conocemos como situacional (cf. Charaudeau, 2001), de-
termina los roles discursivos o enunciativos que deben asumir cada uno de los
actores políticos.
Pero el concepto de acción al que nos referimos ahora es el poder de
persuasión o de influencia que un sujeto ejerce sobre otro, como hemos vis-
to en el discurso de la senadora Sara Castellanos, del PAN, en el capítulo
anterior; es la intención de modificar la estructura mental del sujeto al que
se dirige el discurso y la capacidad de influir en el saber del otro, de modo
que se establezcan identidades que compartan un mismo fin y que fomenten
un comportamiento parlamentario esperado. Muchas de estas estructuras
discursivas exhiben formas verbales en modo subjuntivo que expresan el
sentido de posibilidad de acción, usos perfectivos o imperfectivos de los
verbos para expresar contrastes temporales, pero además están acompañadas
de embragues actoriales que muestran homologación de sujetos, como vere-
mos más adelante en el análisis. Esta acción de un sujeto sobre otro corres-
ponde a la dimensión discursiva, entendida como una actividad realizada por
Conceptos metodológicos
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un sujeto que dispone del aparato formal de la lengua, en el sentido que fue
planteado por Emile Benveniste.121
Sabemos muy bien, por otro lado, que las estructuras de poder, esto es, los
liderazgos en el nivel institucional, sin duda actúan de manera importante en el
comportamiento del sujeto legislador.122 Esto lo podemos ver de manera explí-
cita en el análisis de la fundamentación de la minuta de la ley indígena en el
Senado, hecha por el presidente de la Subcomisión Mixta de Puntos Constitu-
cionales, Asuntos Indígenas y Asuntos Legislativos, Manuel Bartlett (cf. capí-
tulo VI). Por ello, sostenemos que en el análisis del comportamiento legislativo
ambas dimensiones deben ser tomadas en cuenta: las institucionales y procedi-
mentales, así como las dimensiones discursivas, sobre todo, si consideramos
que el discurso parlamentario está llamado a convencer, a transformar las rela-
ciones entre los sujetos políticos intra como extrapartidariamente, si estamos de
acuerdo con el modelo de la argumentación de S. Toulmin.123
El discurso parlamentario, como todo tipo de discurso, en tanto objeto con
características sui generis, exhibe un conjunto de coherencias textuales tales como
las enunciativas –actoriales, espaciales, temporales, temáticas–, pero también las
elocutivas y las perlocutivas: su dimensión pragmática.
Pero, como veremos más adelante en el análisis del discurso parlamentario,
éste exhibe asimismo una suerte de architexto, si nos instalamos en la perspec-
tiva de Michael Riffaterre (1983). Es decir, el discurso parlamentario muestra
una cierta relación muda o implícita con otros textos. Desde otro ángulo, es un
texto que reenvía a su(s) tipo(s) de texto;124 es un discurso que surge de aque-
llo que constituye su esencia: un discurso polémico y contractual. Polémico por
su naturaleza argumentativa y contraargumentativa; y contractual, porque los
sujetos que realizan esa interacción lo hacen en el contexto de un conjunto de
acuerdos y convenciones –reglas, formales, plasmadas en la Ley Orgánica y en
el Reglamento Interno del Congreso, sin olvidar el artículo 72 constitucional
al que hace constante referencia el diputado Augusto Gómez Villanueva en su
121
Este pu nto lo tr ataremos con detenimiento m ás adelante en el contexto del tema de la
enunciación.
122
Cf. el capítulo III, el apartado relacionado con la designación de los liderazgos en las posi-
ciones del Congreso, sobre todo, los liderazgos de la Junta de Coordinación Política, la Presidencia
de la Mesa Directiva y las presidencias de las comisiones.
123
Véase el esquema de los modelos de la argumentación contemporáneos que esboza Julieta
Haidar (2006; 2009).
124
Al género en el que está incluido.

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