Sonia: No se va a acabar la vida, ni la felicidad porque no me case

AutorAlejandro Manrique Soto
Páginas245-269
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Retratos de familias
No se va a acabar la vida,
ni la felicidad porque no me case
Sonia es profesora y madre soltera de una niña de cuatro
años. Ella creció en el seno de una familia tradicional.
Tiene 28 años de edad. Durante su niñez sus padres
le inculcaron la disciplina y el amor por los estudios.
Sonia creció bajo el cobijo de la familia en un ambiente
de amor y felicidad. Su dedicación a la escuela la llevó a
obtener premios en distintos concursos a los que le gusta-
ba entrar ya que había desarrollado el gusto por la com-
petencia sana de la academia. En su juventud conoció
al que sería el padre de su hija. Después de un tiempo
de relación se embarazó y por una falta de comunicación
en la pareja ella creyó que su pareja aceptaría casarse y
formar una familia, pero no fue así. Su pareja negó la
paternidad y ella quedó en una situación que le cambió
la vida. Pero dejemos que sea ella quien nos cuente su
historia. Sonia forma una familia monoparental y su
nivel socioeconómico es medio.
Sonia
Los primeros años
En mi familia éramos cinco: papá, mamá y tres hermanos; un her-
mano mayor, yo y un hermano menor. Mi niñez fue una niñez muy
Alejandro Manrique Soto
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feliz. Mi papá fue empleado de un banco, lo cual influyó en mí
en lo relativo a todo lo que son números, tipos de cambio y todo
eso. Para mí mi papá era algo así como un héroe en ese aspecto.
Fui feliz, bastante feliz, tuve prácticamente todo, una familia muy
estable, las vivencias con mi hermano el más grande, que ahorita
tiene casi 30 años, fueron padrísimas y también con mi hermano el
pequeño, que es mi consentido.
Cuando era niña salía los fines de semana con mis papás y mi
hermano el grande. El chiquito llegó mucho después, trece años
después. Nunca me faltó nada, tenía un patio grande para jugar,
una vida muy estable aquí. Todos somos del Distrito Federal.
De niña jugaba a las muñecas, tenía muchas muñecas y mu-
chos peluches, pero siempre me salía al patio a jugar con mi her-
mano el grandote a las escondidillas, a atraparnos, hacíamos unas
miniolimpiadas, a veces jugábamos al La familia Robinson, por-
que estaba de moda esa caricatura y la veíamos; ya un poquito más
grandes salíamos al parque y el parque era lo máximo, fui como
muy hecha a mi hermano, porque él era el que estaba conmigo. Te-
nía amigas pero era más en la escuela, aquí, en la cuadra, era jugar
con los muchachos, pero mamá siempre me abocó mucho a jugar a
la comidita, pero me alocaba con las olimpiadas y con correr.
De mis padres recuerdo que al principio los dos trabajaban.
Mi mamá es secretaria ejecutiva, mi papá era contador, pero como
se requería que alguien me cuidara porque mi hermano y yo nos en-
fermábamos mucho, mi mamá tuvo que dejar de trabajar para cui-
darnos y mi papá era el que se hacía cargo de la parte económica.
Entre semana íbamos a la escuela, en la tarde, obvio, hacía-
mos la tarea, comíamos y, cuando tocaba mi papá el zaguán, nos
metíamos corriendo a la cama y nos hacíamos los dormidos. Lo
padre era que los fines de semana, como de ley, íbamos a visitar a
los amigos de mi papá, que, también tenían niños de nuestra edad

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