Isabel: Creo que nunca se deja de aprender en esta vida...

AutorAlejandro Manrique Soto
Páginas127-149
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Retratos de familias
Creo que nunca se deja de aprender en esta vida…
Isabel es una mujer mixe de cuarenta años. Cuando
era niña emigró a la Ciudad de México en busca de
su futuro. Sin hablar castellano se fue abriendo camino
trabajando en diferentes lugares: haciendo limpieza en
casas, sirviendo y cocinando en restaurantes. De joven
se fue a vivir con quien era su novio y, posteriormente,
el padre de sus hijos. Ella se integró a la familia de su
marido la cual vivía en la casa paterna. Ahí conviven
a diario cinco familias, las cuales han sabido sortear
los problemas que la falta de espacio genera. La se-
paración de su marido no ha sido impedimento para
que Isabel deje de soñar con un futuro de realizaciones
y felicidad. Una de sus principales metas es llegar a
ser profesora bilingüe de las lenguas mixe y castellano,
para fortalecer y difundir su propia cultura. Ella quie-
re escribir historias en lengua mixe para que los jóvenes
de su región no abandonen su lengua materna y ésta
tienda a desaparecer. Isabel pertenece a una familia
extensa y su nivel socioeconómico es bajo.
Isabel
En las montañas de Oaxaca
De niña yo era muy feliz en las montañas de Oaxaca. Jugaba con las
plantas, los animales, las flores, como todo niño. Convivía con mis
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papás y con mis tres hermanos. De vez en cuando, había muchos
problemas con los papás. Se peleaban mucho. Mi papá le pegaba
mucho a mi mamá, más cuando estaba tomado. Nosotros nos íba-
mos a esconder a la cueva, en la noche con lluvia y truenos y regre-
sábamos hasta la madrugada cuando ya estaba dormido mi papá.
Tenía cuatro hermanos: Juan, Bertha, Rosario y Gloria. Tenía
una convivencia muy buena con mi mamá. Siempre tomaba mucho
en consideración a mi mamá, porque recibía mucho maltrato por par-
te de mi papá. Trataba de apoyarla con mis hermanos, yo los cuidaba
de que no lloraran, de que no pelearan. Yo soy la mayor. Tomé esa
responsabilidad de que no pelearan para no crear problemas entre
mi mamá y mi papá. Mi mamá me cuidó mucho al igual que yo a ella.
Entre juego y trabajo cuidaba a mis hermanos, pero jugá-
bamos en el campo con flores, hacíamos comida y sacábamos
cosas para jugar. No teníamos juguetes, ni una muñeca ni un
carrito, nada. Pero jugábamos con los trapos, los hacíamos en
forma de muñecas, ja, ja, con un suéter, un rebozo, los hacíamos
como muñequitos y les poníamos su cabeza y su carita, ja, ja, ja.
Luego trabajaba también. Cocía en maíz para cuando llegara mi
mamá ya estuviera cocido y ya molíamos en maíz en el molino
en la noche o en la tarde. Si podía avanzaba lavándolo y cuando
ella llegaba ya lo habíamos pasado en el molino. Yo tenía como
nueve años. Buscábamos verduras, hierbas, como la yuca que se
da ahí en la región, y las hacíamos en guisados o cocidos y eso
era lo que cenábamos.
La relación con mi papá era distinta. Yo le tenía mucho, mu-
cho miedo a mi papá, porque nada le parecía. Todo era malo para
él. Si no comíamos rápido nos regañaba. No tengo la noción del
tiempo pero si nos daba como quince o veinte minutos para desa-
yunar, comer o cenar; porque nos decía que ya estaba preparada
la comida, que ya no teníamos que hacerle nada, entonces nos

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