Sociedad civil y espacio público en la Ciudad de México

AutorLucía Álvarez Enríquez
Páginas61-85
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Tratándose de la ciudad, el espacio público hace referencia a dos dimensiones:
el espacio físico que remite a los sitios identif‌icados de encuentro entre la
gente, de conf‌luencia e intercambio (plazas, calles, centros de diversión y
de reunión); y el espacio político, que en ocasiones coincide también con
ser un espacio físico (Congreso, cámaras, instituciones, etcétera), pero
que tiene la cualidad en general de ser un espacio desterritorializado, def‌i-
nido principalmente por la circunstancia de constituirse a partir de la
acción mancomunada de los grupos y los individuos (Arditi, 1995).
En esta segunda dimensión se trata en primera instancia de un espacio
básicamente informal, con una racionalidad propia, constituido a su vez
por múltiples microespacios públicos que pueden tener un carácter con-
tingente o permanente. Es un espacio de libre circulación, incluyente y
accesible a todos; un ámbito de conf‌luencia de individuos, de comunica-
ción y expresión, en el que los intereses particulares, las prácticas y las
demandas adquieren visibilidad; y es también el ámbito natural de expre-
sión de la acción colectiva, el escenario de debates, polémicas y conf‌lictos
entre grupos, donde circulan los discursos y se forman identidades (Arditi,
1995: 63). La referencia a este espacio público coincide en buena medida
con uno de los sentidos que tradicionalmente se asignaron a lo público, como
aquello que es de uso común, abierto y accesible a todos.
En tanto abierto y accesible a todos, este espacio es también el escena-
rio de la pluralidad de la ciudad, de la divergencia y la diversidad; su
función primordial se ref‌iere en primera instancia a la posibilidad de ex-
Sociedad civil y espacio público
en la Ciudad de México
Lucía Álvarez Enríquez*
* Investigadora del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades
(CEIICH), de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Lucía Álvarez Enríquez
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presión, de conf‌luencia, circulación y comunicación; en un segundo mo-
mento da lugar a la construcción de identidades, al intercambio, la delibe-
ración, la búsqueda de consensos, la formación de opinión, y la articulación
de políticas de inf‌luencia. En este sentido, el espacio público al que aquí
se hace referencia debe verse como una expresión de la autoorganización
social, como una caja de resonancia de los intereses y necesidades de la so-
ciedad (Cunill, 1999) y como un ámbito manif‌iesto de las potencialidades
políticas ciudadanas.
De la extensa gama de fenómenos que ocurren dentro del espacio pú-
blico político, una buena parte tienen una presencia efímera y permanecen
ubicados en el plano de aparición inicial manteniendo un carácter básica-
mente expresivo. Esto es, enuncian, hacen presencia y ponen de manif‌iesto
intereses y necesidades de los grupos de la sociedad, de una manera pun-
tual, desarticulada, generalmente efectista, bajo la forma de acciones de
presión, protestas, impugnaciones, movilizaciones. Pero otra parte de los
fenómenos trascienden este momento de expresión y apuntan a la ef‌icacia, a
la acción de más largo aliento con intencionalidad de inf‌luencia y obten-
ción de resultados. En este plano tienen lugar prácticas más complejas
que suponen la presencia de actores más consolidados, acciones articula-
das, planteamientos con perspectiva estratégica y construcción de espacios
con cierta dosis de institucionalidad.
Lo anterior es así porque en tanto el “espacio público” es por def‌inición
un espacio abierto, accesible a todos y de libre circulación, es un ámbito
que por naturaleza es apropiado de diversas maneras por la comunidad,
por los individuos y las colectividades, por los habitantes de una ciudad, y
es por ello considerado por la comunidad como un ámbito propio, al que
se tiene derecho y en el que se puede intervenir. El espacio público, dice
Borja (1998), supone dominio público, uso social y colectivo y multifuncio-
nalidad. De ahí que más allá del individuo común y de la masa convocada
a eventos y espectáculos en su seno, existan diversas colectividades y ac-
tores interesados en el devenir de este espacio, en las modalidades que ha
de adquirir, en la reglamentación que lo ha de ordenar, en los usos que
ha de tener, en la imagen que ha de ofrecer y en los intereses que ha de
defender.
A pesar de que el espacio público está en las grandes ciudades some-
tido a una regulación específ‌ica por parte del gobierno y la administración
pública, y a que son éstos los garantes formales de su accesibilidad para
todos y de su carácter colectivo y plural, se ha convertido también, con el

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