Geografías de responsabilidad

AutorDoreen Massey
Páginas29-59
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Geografías de responsabilidad*
Doreen Massey**
Las cuestiones del espacio, el lugar y la política son complicadas. Las
implicaciones que tiene la vinculación entre la concepción de espacio y
lugar, con las diversas posturas políticas, tienen una larga historia. El
mandato de pensar el espacio de manera relacional resulta muy general y
puede conducir en muchas direcciones. En este trabajo, se aborda especí-
ficamente la relación entre identidad y responsabilidad, así como las geo-
grafías potenciales de ambas.
Identidades cambiantes
Concebir el espacio de modo relacional, en el sentido que queremos darle
aquí, se vincula con una gama más amplia de reconceptualizaciones. En
particular, se ha vinculado con una reconfiguración significante de la na-
turaleza de la identidad. En nuestros días, se ha difundido el argumento
que, de una u otra manera, las identidades tienen un carácter “relacional”.
Que, por ejemplo, no disponemos de nuestra persona y después salimos
a interactuar, sino que nuestros seres, nuestras identidades, se constituyen
en y a través de estos compromisos, de estas prácticas de interacción, y me-
diante ellos mismos. Las identidades son forjadas en las relaciones y por
ellas (las cuales incluyen las no relaciones, las ausencias y las interrupcio-
* Doreen Massey, “Geographies of Responsibility”, Geografiska Annaler: Series B, Human Geogra-
phy 86, núm. 1 (2004): 5-18.
** Profesora de Geografía en la Facultad de Ciencias Sociales de la Open University del Reino
Unido.
Doreen Massey
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nes). En consecuencia, no están enraizadas ni son estáticas: son construc-
ciones en transformación.
Este argumento tiene su equivalente en la reconceptualización de las
identidades espaciales. La comprensión de la naturaleza relacional del
espacio ha sido acompañada por argumentos acerca de la construcción
relacional de la identidad del lugar. Si el espacio es producto de prácticas,
trayectorias, interrelaciones, si hacemos espacio mediante las interaccio-
nes en todos los niveles, desde las llamadas locales hasta las denominadas
globales, entonces las identidades espaciales tales como los lugares, las regio -
nes, las naciones, así como lo local y lo global, también se constituyen de
manera relacional: son internamente complejas, esencialmente desvincu-
lables en cualquier sentido absoluto, y cambian de forma inevitable en la
historia (Massey, 1994; Amin, 2004).
Tales reformulaciones teóricas han ido de la mano con compromisos
políticos y han tenido profundos vínculos con ellos. Lo que uno podría
llamar la “redefinición más general de la identidad” está involucrada con
una serie de corrientes: desde la determinación de desafiar la noción he-
gemónica de los individuos como entidades atomísticas aisladas que to-
maron su carácter esencial, o cuyo carácter les fue asignado antes de la
interacción social, mediante reevaluaciones de la formación de identida-
des políticas, hasta los desafíos fundamentales presentados tanto por la
segunda ola del feminismo como por algunos autores en estudios posco-
loniales. Para estos últimos grupos, repensar la identidad ha sido un
complemento teórico decisivo para una política que desconfía de los
esencialismos fundacionales; política que, más que reclamar “derechos”
para identidades predeterminadas (es decir “mujeres” o gays, o alguna
etnicidad mestiza), basados en supuestos de autenticidad, propone que es
al menos igual de importante desafiar las identidades en sí mismas y por
lo tanto —a fortiori— las relaciones por medio de las cuales aquellas iden-
tidades han sido establecidas. Es importante mencionar desde ahora algu-
nas cuestiones. Primero, que no obstante que en la literatura más amplia
existen muchos desacuerdos (y muchas variaciones de énfasis), entiendo
aquí “identidad” —y las prácticas de su constitución— como algo que es
al mismo tiempo material y discursivo. Segundo, puede observarse que
esta reformulación de la identidad en sí misma ya entraña una espaciali-
dad diferente, una “geografía” distinta de identidades en general. Tercero,
el abandono político de la seguridad de una identidad fundada en lo que
podríamos llamar el “viejo sentido”, ha resultado complicado. Los largos

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